La edad de oro de los lupanares


El universo secreto de los lupanares de lujo, que fueron cerrados en Francia en 1946, es evocado en una exposición en Parí­s que retrata, a través de cientos de fotos, dibujos y objetos eróticos, voluptuosos burdeles frecuentados por prí­ncipes, artistas y escritores como Marcel Proust.


Llevaban nombres como «La Esfinge», «El Palacio Oriental, el «One Two Two», «La Flor Blanca», «La Estrella de Kléber» y eran lugares suntuosos, decorados con pesados terciopelos y objetos preciosos, revela la exposición en la galerí­a «Au Bonheur du jour», situada a unos pasos de la Biblioteca Nacional.

Los lupanares de lujo «forman parte esencial de la historia de Parí­s desde la Belle Epoque a las primeras décadas del siglo XX», dijo a la AFP Nicole Canet, que se define como «arqueóloga del erotismo».

«Escogí­ explorar este mundo como lo harí­a una arqueóloga, reuniendo fotos, dibujos, pintura y objetos que cuentan capí­tulos de la historia del arte de amar, del arte de vivir», explica Canet, propietaria de la galerí­a, donde expone fotos, grabados y objetos que colecciona desde hace tres décadas.

La alta sociedad de la época frecuentaba esos lujosos lugares, que estaban muy lejos de los sórdidos burdeles que existí­an en un universo paralelo.

Hasta que la ley Martha Richard los cerró, en 1946, los voluptuosos burdeles eran lugares donde todos los lujos y excentricidades eran permitidos, revela la muestra, que constituye un recorrido por ese universo desaparecido, que fue fotografiado por grandes artistas como Brassai, Doisneau, Gaston Paris y André Zucca.

«Diplomáticos extranjeros y estrellas de cine como Marlene Dietrich, Mae West, Cary Grant y Humphrey Bogart los visitaban siempre que estaban en Parí­s», agrega Canet.

«Ellos se quedaban en el bar, bebiendo champaña y disfrutando el ambiente», dice Canet.

Recuerda que el prí­ncipe de Gales, el futuro rey Eduardo VII de Inglaterra, era un asiduo visitante del «Chabanais», un lupanar de cinco plantas decorado con cascadas y puentes, que estaba situado frente adonde está hoy la galerí­a.

En el segundo piso del «Chabanais» habí­a un salón japonés, decorado con un piano, mesas orientales y cerezos en flor, y en el quinto piso se encontraba un salón indio, con una sala de música con muebles en laca roja y dorada, un lecho con altas columnas y paredes forradas de sedas.

Habí­a también allí­ un salón chino, con una inmensa cama oriental, así­ como un salón español y un cuarto ruso decorado en satí­n color salmón, muestran las fotos incluidas en la exposición «Lupanares: 1860-1946», que concluye el 31 de enero.

En ese burdel, situado en el número 12 de la calle Chabanais, corrí­a el champán y las prostitutas vestí­an ropa interior de seda y encajes, antes de desvestirse, dice Canet con una cierta nostalgia.

El recorrido que ofrece la galerí­a a través de fotos, acuarelas, pinturas, objetos y grabados incluye burdeles que se especializaban en nalgadas, como el situado en el número 30 de la rue Lepic en Montmartre.

En otras casas de cita los clientes daban libre curso a sus fantasí­as sadomasoquistas, con finos látigos de piel, revela la muestra. Habí­a también lupanares masculinos, como el frecuentado por el autor de «En Búsqueda del tiempo perdido».

«Esos burdeles de hombres, como los que visitaba Proust, existen desde la Antigí¼edad», recordó Canet. «Lo que pasa es que ahora se dan cita por el Internet, o en bares», agrega, lamentando que ya no existen casas donde se pagaba por el sexo en «lugares finos y suntuosos».

«Eran lugares fascinantes, frecuentados por gente fascinante», comentó un elegante señor que visitaba la exposición, que dijo que de jovencito veí­a entrar a una casa vecina a la suya, en Parí­s, a «mujeres bellas y hombres vestidos con suma elegancia».

«Yo preguntaba, intrigado, qué lugar era ese, y mi padre me decí­a que era un Casino. Hasta después me enteré que era una casa de citas», contó.

La insólita exposición está acompañada de un libro, «Maisons Closes. 1860-1946», editado por Editions Nicole Canet.