La economí­a campesina


«Yo hablo de campesinos como personas y familias que ganan la mayor parte de su vida de la agricultura de subsistencia y que ocasionalmente entran en el mercado para comprar o vender comida, productos artesanos o su fuerza de trabajo»

(Mc Creery.1994. Tomado de «La economí­a campesina en el contexto de la apertura comercial en Guatemala». CONGCOOP. Guatemala, 2004).

Factor Méndez Doninelli

Por regla general, las condiciones básicas que en la actualidad caracterizan al campesinado guatemalteco son la pobreza, la inseguridad alimentaria y la falta de acceso a la tierra. Estas condiciones estructurales son debido a la larga historia de despojo, desigualdad, discriminación, explotación y exclusión que hasta ahora se siguen aplicando a esa población y son también causas de la conflictividad agraria existente.

Claro que hay que agregar otras también estructurales, como la concentración de la tierra en pocas manos, (8% de los terratenientes concentra el 72% de las mejores tierras), la instalación del modelo agroexportador primario, el despojo de tierras comunales, de nacimientos de agua (fuentes hí­dricas) y el aprovechamiento del territorio por parte de empresas transnacionales. Por eso con razón se afirma, lo que está en juego en el territorio «es la VIDA HUMANA», es la lucha por la defensa de la vida.

La situación para el campesinado se agrava más por la ausencia de legislación y de mecanismos del Estado sobre las comunidades y pueblos indí­genas, por la ausencia de un proceso de regularización de tierras, o sea, no existe certeza jurí­dica sobre la posesión, uso y tenencia de la tierra, este es el caso de la comunidad Llanos de la Cruz en Quetzaltenango, donde los pobladores tienen inseguridad jurí­dica sobre los derechos de propiedad. Sin duda, lo que más complica la resolución de la problemática agraria en el paí­s es la falta de una legislación adecuada.

En términos de las relaciones laborales, es un secreto a voces el irrespeto al Código de Trabajo y la falta de acción de las autoridades respectivas, dicha legislación no se aplica para tutelar los derechos de los trabajadores agrí­colas. Un ejemplo es el incumplimiento en el pago del salario mí­nimo fijado en Q.56.00 diarios, al menos es lo que ocurre en fincas cafetaleras de San Marcos, donde pagan Q.35.00 a los hombres y Q.30.00 a las mujeres. Además de robarles parte del salario, los campesinos que levantan la cosecha de caña de azúcar, se quejan de que también les roban en el peso del producto. Por estas y otras causas es que la pobreza rural no se detiene, supera ya más del 60% del total de población campesina y como ocurre en este tipo de situación social, las mujeres son las más afectadas debido al trato desigual, discriminatorio y violento que rodea su entorno familiar y de vida laboral en el campo y la finca.

La situación actual de la mujer campesina no se ha modificado en relación a la condición anterior, por la estructura patriarcal y machista sigue sometida a una vida con violencia, explotada como fuerza laboral, discriminada y marginada en razón de su sexo, acosada y abusada en el trabajo y sumida en la miseria y la extrema pobreza, pese a toda esa carga perversa, con su trabajo y esfuerzo ellas siguen aportando a la economí­a campesina.

P.S. Efemérides de hoy: Se conmemora el «Dí­a Mundial de la diversidad cultural para el diálogo y el desarrollo», oportunidad para celebrar el carácter pluricultural del paí­s, promover el diálogo multiétnico e impulsar el desarrollo social (¿?).