Nos causa mucha preocupación, al igual – suponemos- que a todo un pueblo, el endeudamiento externo, del que es responsable la gente que ha hecho turno a lo largo de varios períodos de las postrimerías de la pasada centuria hasta el presente con don ílvaro Colom como capitán de la nave que está dando la impresión de naufragar. .
Una interesante información de Karen Cardona, que trabaja como reportera-redactora para el diario LA HORA, versa, precisamente, sobre el súper-endeudamiento de Guatemala ante los monstruos dorados del exterior, gracias a las desgracias de quienes han mangoneado en las alturas del poder público.
La deuda externa, según la nota informativa publicada en las páginas de este vespertino, asciende, nada menos, a la friolera de casi alrededor de 2 mil 500 millones de quetzales picoteados por el dólar verde, verde, verde, como diría Miguel íngel Asturias…
La gente que ha hecho gobierno o desgobierno en las mencionadas jornadas, a pesar de que esta parcela centroamericana tiene condiciones naturales y artificiales para la autosuficiencia, ha hipotecado hasta el alma nacional como a reventar, en vez de agenciarse los recursos necesarios para realizar obra efectiva de carácter integral, en beneficio de la patria y del pueblo.
Nuestra tierra es generosa, y en la capital, así como en los demás lugares de la República existen muchas empresas industriales, incluidas las agroindustriales, que tienen la capacidad que se requiere para generar los recursos que puedan ser utilizados racionalmente, sin los pecados del abuso, de la corrupción, para realizar una obra gubernamental, si no de gran magnitud, al menos en la medida de las realidades de la nación.
La población no se sentiría tan afectada y defraudada si los gobernantes de hoy y del futuro tuviesen que recurrir sólo al dinero que se aporta al erario mediante por concepto de los impuestos -en lo interno-, en vez de estar hipotecando al país como por toda la eternidad, de jornada en jornada.
Los guatemaltecos no politiqueros, no demagogos, sino comprensivos en lo que hace a lo que es conveniente para la patria, se resignarían a vivir modestamente, acordes con las circunstancias, apretándose hasta los últimos ojetes el cinturón. ¿Verdad, Juan Pueblo?
El Congreso de la República, en esta aventura o experimento social-democrático, está aprobando como a troche y moche nuevos préstamos archimillonarios, dizque para cumplir compromisos de cuantía estratosférica del régimen anterior, de la Gana hoy desganada, jefeado por don í“scar Berger. Indudablemente son cargas muy pesadas que, a la postre, tiene que soportar un pueblo aguantador con la cruz a cuestas.
El superinflado aparto burocrático se ha venido tragando en sus inmensas fauces miles y miles de millonadas en sueldos, viáticos, gastos onerosísimos que ya deberían reducirse a justo nivel.
El presidente, el vicepresidente, los secretarios y los asesores de la presidencia y de la vicepresidencia, los ministros, los viceministros y también sus asesores, los diputados y a la vez sus asesores, los alcaldes y los concejales de la mayoría de los ayuntamientos, así como otros funcionarios privilegiados perciben salarios exagerados que ya deberían rebajarse sustancialmente, porque los casi 80 mil burócratas están devorando, como hienas insaciables, el presupuesto nacional y los de las municipalidades.
Ya el pueblo, el pueblo empobrecido, desastrado, está demandando una administración eficiente, moderada, sin los pecados del enriquecimiento fácil de los encumbrados funcionarios y, asimismo, de los dispendiosos o exagerados gastos de esa gente que va a horcajadas de la superdesarrollada burocracia. Hay grandes vacíos de atención en los centros de salud, de la educación y en todo lo demás que exigen y necesitan nuestros compatriotas en esta hora dramática que nos toca vivir como languideciendo y muriendo a pausas…