Los pilotos ebrios causan accidentes, muerte y heridos. Extorsionistas, secuestradores y ladrones de celulares están haciendo a diario sus averías. Con el robo de los celulares muchos tienen un celular extra con la idea de entregarlo, truco viejo ahora para los ladrones.
alfonso.carrillo@meimportaguate.org
Dichos actos delictivos deberían ser castigados, en la práctica los infractores actúan libremente. Ya es tan usual que la mayoría de los guatemaltecos somos indiferentes y solo reaccionamos cuando nos afecta en lo personal o a un familiar.
El presidente Otto Pérez ha planteado la despenalización de la droga, desafiando el pensamiento tradicional. La iniciativa tiene un gran valor porque demuestra al menos el interés de hacer algo en un problema de seguridad que azota al país. Ya habían pasado varios años desde que un gobernante tuvo alguna iniciativa en atender un problema relacionado con la seguridad y justicia.
La cuestión no es fácil de resolver, pero la iniciativa promueve una seria discusión y ojala merezca un detenido análisis. El problema es en sí complejo y tiene múltiples aristas que deben analizarse. Las autoridades deben analizar con mucha profundidad la bondad y debilidad de la propuesta.
En Guatemala la despenalización o no despenalización no es el problema, el problema es que el sistema de justicia no impone castigos a los que delinquen de manera consistente. Impunidad significa falta de castigo. Los ciudadanos nos hemos acostumbrado a que no haya castigo en la mayoría de los casos, lo que ha derivado en una cultura de no consecuencias. Despenalización significa dejar de tipificar como delito una conducta anteriormente castigada por la legislación penal.
En Guatemala en particular habrá que analizar si con la existente cultura de impunidad tendría algún efecto real la despenalización.
Tenemos muchas leyes que disponen castigos, pero en su mayoría han pasado a ser líricas porque de hecho los actos que infringen las leyes no son debidamente investigados ni sancionados en los tribunales. Hoy día el altísimo nivel de impunidad hace que los delincuentes actúen sin temor a ser castigados. Mientras los castigos no se hagan efectivos nuestro país no cambiará.
En Guatemala tenemos dos ejemplos donde podemos observar el impacto que tienen los castigos. El primero con los cepos, y el estar bien o mal estacionados en las calles de la ciudad de Guatemala. Hace algunos años la Municipalidad dispuso que el que estaba mal estacionado tendría que pagar una multa porque se le colocaba un cepo. Al principio muchas personas pensaron que con sus influencias iban a lograr que les quitaran el cepo o las multas, pero se tuvieron que enfrentar a la realidad. Hoy en día quien se va a estacionar en la calle pública, en las áreas céntricas, se asegura de hacerlo bien para evitar que le pongan un cepo porque sabe que el no cumplir con las normas significará que le pongan un cepo.
El otro ejemplo lo vemos en los parques del Irtra, donde quien los visita sabe que tiene que respetar las normas, ya que de infringir las normas será invitado por las autoridades a abandonar el parque.
Mientras en Guatemala el sistema de justicia no funcione de manera adecuada y se castigue de manera consistente y reiterada a pilotos ebrios, ladrones de celulares, secuestradores, extorsionistas y demás delincuentes, el país no cambiará.
Bravo al Gobierno por su iniciativa de hacer algo. Insto a las autoridades guatemaltecas a que mediten sobre el impacto que tendrá o no la despenalización. No se trata de que la ley diga si o no castiguen, el problema de fondo es que se imponga y se aplique el castigo sobre quien infrinja la ley.
Sólo la aplicación de castigos creará el temor en los delincuentes que están acostumbrados a vivir en el reino de la impunidad. Cuando la impunidad pase, se reduzca y vivamos a niveles equiparables con países desarrollados se podrá apreciar con mayor claridad los impactos de la penalización o despenalización.