Ante el planteamiento que las cúpulas económicas del país, sin excepción, se comprometan y aporten en un programa voluntario a combatir el hambre, la desnutrición, no un día, no un mes, no un año, sino por varios años, es posible que alguien me diga que estoy soñando.
jfrlguate@yahoo.com
A esa  opinión le respondería que de la misma forma que los dedos de la mano no son iguales, hay muchas personas en la cúpula empresarial que tienen sensibilidad social. Agregaría, además, que como la aportación sería un gasto deducible de los impuestos, por ello, de cada quetzal que se aporte más del 40% sería parte de los impuestos que legalmente dejarían de pagar. Por lo señalado, no es un imposible.
Â
Incluso, sería sumamente interesante que igual que se han reunido a solicitud de CACIF y de Fundesa, públicamente se reunieran los miembros de la cúpula económica, incluyendo sus esposas, en el Salón de Recepciones del Palacio Nacional o en uno de los principales hoteles, inclusive en el Domo y acordaran este gesto de solidaridad social. La invitación debe hacerla el Presidente, su esposa y la totalidad del Gabinete. Adicionalmente, debería de invitarse a todos los comités ejecutivos de los partidos políticos y sus bancadas de diputados. El hecho sería más impactante e importante que cualquier mesa de diálogo.
Â
Para que no se use el argumento que dichos aportes puedan desnaturalizarse y no ser para el combate a la extrema pobreza, a la pobreza, a la miseria, a la desnutrición y al hambre, podría crearse la comisión que sugeríamos en nuestra opinión anterior, quienes serían los administradores de la cuenta bancaria de esa aportación extraordinaria y de las adquisiciones y gastos que se hicieran para combatir lo ya señalado. Los alimentos y ayudas en especie, el ideal sería que los manejara Cáritas Arquidiocesana y no Conred.
Â
Un programa como el que se plantea sería una «Alianza chapina para el progreso», la cual seguramente sería bien vista por los de abajo, por los de en medio, por los de arriba, por la sociedad civil y las iglesias.
Â
Hacerlo depende de la voluntad real de quienes en nuestro país perciben los mayores ingresos. Involucraría a los azucareros, cafetaleros, a los industriales y comerciantes, a los exportadores de productos no tradicionales y como dijera el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, estimularía el consumo interno en beneficio de quienes serían los proveedores de los insumos y artículos que se entregasen en este programa. Igualmente sería una fuente de creación de empleo.
Â
El transporte de los productos podría hacerse gratuitamente por las empresas de transporte terrestre, quienes durante el terremoto de 1974 realizaron el traslado de agua potable en la capital, sin costo y por varios meses. También podrían colaborar las flotas de la Pepsi, de Gallo, de Coca Cola, de Brava y muchas otras más. Lo que falta es plantearlo, asumo que sin duda de ninguna especie el Presidente y su señora tienen la capacidad de convocatoria.
Â
Para que ninguna persona, para que ningún partido vaya a acusar que esa «Alianza chapina para el progreso» o como se le quiera llamar es una acción política partidaria, perfectamente las unidades de entrega de estas ayudas podrían ser los párrocos y algunos de los pastores evangélicos en cada municipio. En conclusión, querer es poder.