La desnutrición aguda permanece grave (II)


Ante el planteamiento que las cúpulas económicas del paí­s, sin excepción, se comprometan y aporten en un programa voluntario a combatir el hambre, la desnutrición, no un dí­a, no un mes, no un año, sino por varios años, es posible que alguien me diga que estoy soñando.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

A esa  opinión le responderí­a que de la misma forma que los dedos de la mano no son iguales, hay muchas personas en la cúpula empresarial que tienen sensibilidad social. Agregarí­a, además, que como la aportación serí­a un gasto deducible de los impuestos, por ello, de cada quetzal que se aporte más del 40% serí­a parte de los impuestos que legalmente dejarí­an de pagar. Por lo señalado, no es un imposible.

 

Incluso, serí­a sumamente interesante que igual que se han reunido a solicitud de CACIF y de Fundesa, públicamente se reunieran los miembros de la cúpula económica, incluyendo sus esposas, en el Salón de Recepciones del Palacio Nacional o en uno de los principales hoteles, inclusive en el Domo y acordaran este gesto de solidaridad social. La invitación debe hacerla el Presidente, su esposa y la totalidad del Gabinete. Adicionalmente, deberí­a de invitarse a todos los comités ejecutivos de los partidos polí­ticos y sus bancadas de diputados. El hecho serí­a más impactante e importante que cualquier mesa de diálogo.

 

Para que no se use el argumento que dichos aportes puedan desnaturalizarse y no ser para el combate a la extrema pobreza, a la pobreza, a la miseria, a la desnutrición y al hambre, podrí­a crearse la comisión que sugerí­amos en nuestra opinión anterior, quienes serí­an los administradores de la cuenta bancaria de esa aportación extraordinaria y de las adquisiciones y gastos que se hicieran para combatir lo ya señalado. Los alimentos y ayudas en especie, el ideal serí­a que los manejara Cáritas Arquidiocesana y no Conred.

 

Un programa como el que se plantea serí­a una «Alianza chapina para el progreso», la cual seguramente serí­a bien vista por los de abajo, por los de en medio, por los de arriba, por la sociedad civil y las iglesias.

 

Hacerlo depende de la voluntad real de quienes en nuestro paí­s perciben los mayores ingresos. Involucrarí­a a los azucareros, cafetaleros, a los industriales y comerciantes, a los exportadores de productos no tradicionales y como dijera el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, estimularí­a el consumo interno en beneficio de quienes serí­an los proveedores de los insumos y artí­culos que se entregasen en este programa. Igualmente serí­a una fuente de creación de empleo.

 

El transporte de los productos podrí­a hacerse gratuitamente por las empresas de transporte terrestre, quienes durante el terremoto de 1974 realizaron el traslado de agua potable en la capital, sin costo y por varios meses. También podrí­an colaborar las flotas de la Pepsi, de Gallo, de Coca Cola, de Brava y muchas otras más. Lo que falta es plantearlo, asumo que sin duda de ninguna especie el Presidente y su señora tienen la capacidad de convocatoria.

 

Para que ninguna persona, para que ningún partido vaya a acusar que esa «Alianza chapina para el progreso» o como se le quiera llamar es una acción polí­tica partidaria, perfectamente las unidades de entrega de estas ayudas podrí­an ser los párrocos y algunos de los pastores evangélicos en cada municipio. En conclusión, querer es poder.