La desgracia del sistema de prevención


No es extraño que en Guatemala tengamos una entidad pública que no sirve para nada porque es norma de general observancia que nuestro Estado está para el tigre y que casi nada funciona con eficiencia y, menos aún, con honesta probidad. Pero hay áreas de la administración en las que la ineficiencia se traduce en pérdida de vidas humanas y por ello es que siempre ha sido tan preocupante el tema de los negocios en salud pública con la compra de las medicinas porque se trata de robos en los que afectan la vida de muchas personas.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero las alteraciones climáticas, que muchos consideran como los primeros efectos del calentamiento global, han puesto de manifiesto la inutilidad de otra institución también con caracterí­sticas dramáticas. Se trata de la Coordinadora Nacional para la Prevención de Desastres, Conred, cuya inutilidad salta a la vista con la simple lectura cotidiana de la prensa porque abundan los reportes de tragedias provocadas por la lluvia que si bien ha sido superior a lo normal, tampoco ha alcanzado las dimensiones de los coletazos de huracán que hemos sufrido en años recientes.

La vulnerabilidad del paí­s es tremenda, sobre todo, por las condiciones lamentables de pobreza que hay en Guatemala. Si hacemos un inventario de las áreas más afectadas y de la condición social de quienes han muerto ya como consecuencia de los aguaceros, tenemos que ver que hay una í­ntima relación entre el tema de la pobreza y la vulnerabilidad frente a los desastres naturales. Y eso lo entiende cualquiera, menos quienes tienen a su cargo la conducción de las entidades encargadas de prevenir las tragedias tanto a nivel local como en el nivel nacional.

Lejos están aquellos tiempos en los que se podí­a mostrar una eficiente capacidad de respuesta frente a tragedias de gran magnitud y totalmente impredecibles, como el terremoto del 76, en el que la reacción de las entidades que luego terminaron siendo parte del Comité Nacional de Emergencia, primero, y de Reconstrucción más tarde, dieron la cara para evitar las complicaciones posteriores que todos los expertos daban como ciertas por lo que habí­an visto en situaciones similares en paí­ses como Nicaragua y aun en México. En Guatemala se perdió mí­stica, que junto al liderazgo nacional que afloró en esos dí­as, cuando se supo atender a la población y esas reacciones prontas y eficaces salvaron muchas vidas.

Hoy en dí­a una de las grandes angustias que tenemos que tener es lo que ocurrirí­a en el paí­s a la hora de una catástrofe con todas las instituciones fallidas, empezando por el mismo Ejército. A diferencia de lo que se veí­a en 1976, hoy en dí­a no se nota que entre los servidores públicos haya la mí­stica que hizo reaccionar de manera tan inmediata a jefes y empleados para anteponer su responsabilidad pública a sus deberes familiares. Y los adelantos técnicos que debieran servir para mejorar la información de la gente, para prevenir en mejor forma todo tipo de desastres y mitigar sus consecuencias, lamentablemente en el caso de nuestro paí­s se desperdician por falta de una entidad que asuma su papel con verdadera responsabilidad.

Creo que es un tema en el que hay que reparar urgentemente, porque si los aguaceros de estos dí­as han desnudado la vulnerabilidad extraordinaria del paí­s, causa espanto pensar siquiera en lo que podrí­a significar una situación más grave, como podrí­a ser una tormenta de gran envergadura y, no digamos, un terremoto.