La democracia y los polí­ticos en América Latina II


Con un promedio de participación electoral del ciudadano latinoamericano, que mide Latinbarómetro de un 73%, con una percepción general del 49% de los ciudadanos que no confí­an en la transparencia del sistema electoral, con una valoración promedio del 57% de los ciudadanos que ven en las elecciones una posibilidad de cambio, en donde la «rebeldí­a cí­vica» en Guatemala se posiciona en un primer lugar, con un 26% por encima del resto de los paí­ses de América Latina, con una cultura polí­tica medible del 26% (hogares en donde se habla de polí­tica), con una valoración escasa de confianza en los polí­ticos de apenas un 22%, en comparación a los bomberos que alcanzan un 82%, con un pesimismo generalizado de que la situación económica mejorará a futuro en un 49%, en donde el desempleo y la delincuencia son los aspectos más relevantes para los ciudadanos latinoamericanos, en donde un 44% de la población considera que el Estado es el culpable de sus males económicos, en donde un 42% se considera condenado a la pobreza de por vida y finalmente con un promedio general de percepción sobre cuán democráticos se consideran los paí­ses latinoamericanos, en una escala de 1 a 10, de apenas un 5.8. Nuevamente caben otras consideraciones, reflexiones y preguntas. Cierto tenemos los latinoamericanos una democracia aprobada, como decimos en Guatemala «raspada», pasarí­a la democracia y su percepción en términos generales de «panzazo».

Lic. Carlos Escobedo

¿Por qué un 37% de los ciudadanos de América Latina en promedio no está votando? En tanto no se explique un proceso democrático es precisamente eso, un proceso, pero al mismo tiempo no se satisfagan las demandas primarias del continente en donde el ciudadano lidie a diario con el hambre, la inseguridad, el desempleo, la falta de oportunidades que lo obligan a migrar, obviamente se continuara reproduciendo ese cí­rculo vicioso que alimenta la ingobernabilidad: pobreza ? indiferencia ? pobreza.

Los polí­ticos deben entender que no basta solamente con acercar las urnas a los ciudadanos, es el polí­tico el que debe hacerse más ciudadano, es el ciudadano quien debe empoderarse ciudadanamente (valga la redundancia), exigiendo, participando, incidiendo, esto último requiere de una revisión del modelo funcional por uno participativo auténtico, en donde no debe descartarse la uni nominalidad.

Mientras perdure un sistema de partidos polí­ticos rí­gido y obsoleto, alimentado por leyes rí­gidas y obsoletas, en donde los criterios numéricos y jurí­dicos priven por encima de la representatividad, entonces en esa medida alimentaremos un aparato polí­tico que se traslada al Estado fomentando estados rí­gidos y obsoletos y la lentitud y la burocracia seguirán campeando en la región. La fí­sica nos enseña que la rigidez tiende al quiebre. Por el contrario, un sistema polí­tico, flexible, ágil, dinámico, democrático y transparente redundara indudablemente en una nueva forma de democracia.

Por el momento y en tanto no se abogue desde el continente americano, en términos generales, por una reforma estructural profunda que incida en el sistema de partidos polí­ticos y en la democracia, estaremos condenados al vaivén del sistema internacional, del populismo, de la politiquerí­a, de la ingobernabilidad y la pobreza y no podremos decir los latinoamericanos orgullosos que somos los rectores de nuestro propio destino.