Ayer se cumplieron noventa y un años de la fundación de La Hora, periódico que surgió primero como semanario de actualidad que tras pocas ediciones se convirtió en diario para aprovechar los aires de libertad que dejó el Movimiento Unionista que terminó con la dictadura de Manuel Estrada Cabrera en 1920. El 19 de Junio de ese año, poco tiempo después del triunfo de los unionistas y de la designación de don Carlos Herrera como Presidente de la República, Clemente Marroquín Rojas junto a otros estudiantes universitarios decidieron fundar un medio que se comprometiera con la democracia y la libertad.
Las vicisitudes de La Hora en estos 91 años han sido de variado tipo, incluyendo el cierre en tres ocasiones por presiones directas de los gobiernos y en el último caso por el exilio impuesto por Ubico contra Marroquín Rojas. Afortunadamente hemos sobrevivido otras agresiones muy fuertes, entre las últimas la que se produjo durante el gobierno de Serrano quien intentó acallar a toda la prensa e impuso censores que nosotros no aceptamos, dejando de circular hasta que lo pudimos hacer burlando no sólo a los censores sino al cerco policial que nos había impuesto. Luego vino la andanada del gobierno de Arzú que se propuso eliminarnos como eliminó Crónica y Guatemala Flash, obligando a días difíciles en los que Oscar Marroquín Rojas luchó con uñas y dientes para preservar la empresa que había fundado su padre.
Hoy estamos a nueve años de llegar al centenario y vemos con preocupación el horizonte de un país con un sistema político agotado, en el que pueden darse elecciones limpias, pero la política está estructuralmente ensuciada por un modelo diseñado para beneficio de unos cuantos financistas que son los secuestradores de la Democracia. La Hora se fundó y existe para defender la democracia en Guatemala, combatir toda forma de despotismo que genera corrupción y eso significa mantenerse muy atentos porque en nuestro medio esos vicios están a la orden del día. Despotismo que puede o no ser personal o de las roscas que rodean a nuestros venales políticos que le venden el alma al diablo para mantenerse en el poder.
A nueve años de un Centenario que queremos celebrar en plena vigencia de nuestra democracia, hay mucho por hacer y demasiado por cambiar. El modelo parece agotado por esa prostitución intrínseca que degeneró en una pistocracia que genera gobiernos de los financistas, para los financistas y por los financistas porque éstos, y nunca el pueblo, son los que verdaderamente se benefician de una gestión pública que se caracteriza por ser corrupta e incapaz.