La dama de hierro


Tzipi Livni, ministra de Relaciones Exteriores durante una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. Su nombre perfila como una fuerte sucesora de Olmert en Israel.

Tzipi Livni, favorita para suceder a Ehud Olmert a la cabeza del partido Kadima, es considerada en Israel como una mujer í­ntegra y moderada, aunque no genera unanimidad en las filas de su partido.


Nacida el 8 de julio de 1958, madre de dos hijos, la ministra de Relaciones Exteriores trabajó para el Mossad, el servicio de inteligencia exterior israelí­ (1980-84), y ha tenido una carrera polí­tica meteórica desde que entró a la Knesset (parlamento unicameral) en 1999.

Cultivando su imagen de mujer í­ntegra, en un paí­s donde en los últimos años se han multiplicado los casos de corrupción que implican a polí­ticos, ella ha asegurado querer restaurar la «confianza» de los israelí­es.

«Quiero ser primera ministra, y actúo en consecuencia, para hacer correcciones y cambios (…) porque la opinión (pública) ya no confí­a en los polí­ticos, y hay que restaurar esta confianza», declaró.

«La opinión pública debe saber que, para su dirección polí­tica, ante todo cuenta el bienestar y los intereses del paí­s y que debe aplicarse la ley», añadió.

A diferencia de Ehud Olmert, Tzipi Livni nunca ha tenido problemas con la justicia, y los últimos sondeos la dan como favorita para las elecciones primarias del Kadima, seguida del ministro de Transportes, Shaul Mofaz.

Pero esta abogada de aspecto siempre impecable y catapultada a la cima de su partido por Ariel Sharon, fundador del Kadima, suscita desconfianza en el seno de su formación.

«Temo por el futuro del Estado de Israel si Livni llega al poder. Es incapaz de tomar decisiones. Es influenciable y no tiene confianza en sí­ misma», declaró sobre ella Olmert, calificándola de «traidora» y «mentirosa».

La aversión entre Livni y Olmert salió a la luz en 2007, cuando se declaró a favor de la dimisión del primer ministro tras la publicación de un informe sobre los errores de la guerra de 2006 en Lí­bano.

Este asunto le costó graves reproches en el seno del Kadima, donde fue acusada de «cobardí­a» polí­tica por no haber dado el ejemplo dimitiendo ella misma del gobierno.

Su amistad con la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, despierta también las sospechas de los halcones del Kadima, que la consideran demasiado moderada en cuanto a la cuestión palestina.

Junto a Rice, Livni se ha posicionado frecuentemente a favor de una mejora de las condiciones de vida de los palestinos en la Cisjordania ocupada, de la creación de un Estado Palestino, pero promoviendo la continuación de la lucha antiterrorista y el aislamiento del Hamas (acrónimo en árabe del Movimiento de Resistencia Islámica).

Tzipi Livni nació polí­ticamente en la cuna de la derecha nacionalista donde tuvo que dejar de lado sus ideales para escalar la cumbre del Kadima.

Su padre Eytan Livni y su madre Sarah eran miembros del Irgun, una organización clandestina que luchaba con bombas contra el mandato británico, antes de formar el núcleo duro del Likud, el partido de derecha dirigido actualmente por Benjamin Netanyahu.

Dejó ese partido, juzgando que su posición era demasiado «ultranacionalista», para seguir a Ariel Sharon cuando este fundó el Kadima en noviembre de 2005 y preconizó la restitución de una parte de los territorios palestinos conquistados en junio de 1967.

Ella dirige hoy el equipo israelí­ en las negociaciones con los palestinos, lanzadas el pasado mes de noviembre en una conferencia en Annapolis, Estados Unidos, por el presidente George W. Bush. Un proceso que hasta ahora no ha logrado progresos.

Dí‰BIL ESPERANZA


La próxima dimisión del primer ministro israelí­, Ehud Olmert, compromete aún más las posibilidades, ya bien débiles, de lograr un acuerdo con los palestinos y de acabar con la eterna enemistad con Siria, alejando así­ el sueño de la paz para todo Oriente Medio.

Expertos israelí­es y palestinos han reconocido que Olmert puso toda la carne en el asador en el proceso reanudado tras la conferencia de Annapolis, en noviembre de 2007, para lograr una paz definitiva con los palestinos antes de finales de año, como deseaba Estados Unidos.

Ese esfuerzo permitió algunos avances en los principios de un acuerdo, basado en la creación de un Estado palestino independiente que pueda coexistir con Israel.

«Mientras siga en mi puesto, no abandonaré el intento de negociar con palestinos y sirios para lograr resultados que den esperanza», aseguró aún el miércoles, nada más anunciar su próxima dimisión.

Olmert juzgó que «se está más cerca que nunca de un pacto sólido y de acuerdos con los dos ejes, palestino y sirio».

Sin embargo, su intento de transmitir optimismo no convenció a numerosos analistas y politólogos.