La cruz que divide a los polacos


Una manifestación a favor de la cruz erigida como homenaje póstumo a Lech Kaczynski, el presidente polaco muerto durante su función. FOTO LA HORA: AFP WOJTEK RADWANSKI

Una gran cruz instalada en Varsovia en memoria del presidente Lech Kaczynski, fallecido el 10 de abril en un accidente aéreo, alimenta esta semana una polémica apasionada y muy mediatizada sobre la separación entre la Iglesia católica y el Estado en Polonia.


Dicha cruz de madera, instalada espontáneamente por unos scouts polacos después de la catástrofe del avión presidencial en Smolensk, oeste de Rusia, donde perecieron el presidente, su esposa y otras 94 personas, iba a ser trasladada el 3 de agosto a una iglesia, pero lo impidió un grupo de sus autoproclamados defensores.

Por primera vez en Polonia, paí­s con un 90% de habitantes que se declaran católicos, varios miles de personas se manifestaron de forma espontánea el lunes pasado contra una cruz en un espacio público. Jóvenes en su mayorí­a, se habí­an citado pasando por la web social Facebook.

«Es un fenómeno nuevo, estos jóvenes cuestionan a la Iglesia como institución, más que la religión», estima el sociólogo Edmund Wnuk-Lipinski.

Reunidos delante del palacio presidencial, los manifestantes se burlaron de los defensores de la cruz, entonando canciones infantiles o gritando «A la iglesia, a la iglesia». Algunos se presentaron disfrazados de personajes de la saga de la «Guerre de las galaxias».

Al dí­a siguiente, martes, un millar de integrantes del campo adverso fueron a recogerse delante de la cruz que quieren mantener ahí­ hasta la construcción en el mismo lugar de un monumento dedicado al presidente Kaczynski y a las otras ví­ctimas de la catástrofe.

«La querella de la cruz constituye un frente simbólico de lucha entre los partidarios de los valores patrióticos y católicos, representados por el partido conservador Derecho y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski, hermano gemelo del presidente difunto, y los defensores de una sociedad cí­vica donde cuenten poco esos valores», explica a la AFP Janusz Czapinski, experto en psicologí­a social.

«Uno de los aspectos importantes del conflicto es la querella en torno al lugar de la Iglesia y sus sí­mbolos en la vida pública. La determinación de los defensores de la cruz delante del palacio presidencial hace crecer el número de adversarios», estima.

Esta situación puede reforzar al partido social-demócrata SLD, tercera fuerza polí­tica en Polonia después de los liberales en el poder y de la oposición conservadora, según Czapinski.

El SLD denuncia abiertamente el concordato entre la Iglesia católica y el Estado, firmado en 1993, que confiere a la Iglesia un gran espacio en la vida pública.

Los militantes social-demócratas lanzaron el martes una recogida de firmas para un «Llamamiento al respeto de la Constitución y la defensa del carácter laico del Estado». Afirman que recabaron 2.000 firmas el primer dí­a.

El jueves, terció la Iglesia. «A todos aquellos que rezan delante de la cruz debemos decirles que, a pesar de su buena voluntad, están siendo explotados con fines polí­ticos. Pedimos a todo el mundo que haga posible el traslado de la cruz», declaró a la prensa el secretario del episcopado, monseñor Stanislaw Budzik.

«Exhortamos a los polí­ticos a que no instrumentalicen la cruz para lograr sus objetivos. Pedimos al Gobierno que abra un diálogo que permita calmar la tensión social», añadió.

La polémica tomó un cariz polí­tico tras el anuncio del proyecto de desplazar la cruz por el presidente Bronislaw Komorowski, elegido el 4 de julio contra su rival conservador Jaroslaw Kaczynski.

El traslado habí­a sido decidido por la diócesis de Varsovia, la Presidencia de la República y las organizaciones de scouts. Pero las personas que rodean la cruz impidieron que se la llevaran los sacerdotes y exploradores.

La Presidencia de la República mandó colocar el jueves cerca de la cruz una placa en memoria de las ví­ctimas de la catástrofe.

Por su parte, el primer ministro liberal, Donald Tusk, cercano al presidente Komorowski, ha procurado desdramatizar el asunto.

«Aquí­ no se está produciendo ninguna catástrofe, aunque a veces nos cueste aceptar algunas formas sorprendentes de protesta o de polémica. Hace falta sin duda un poco de tiempo para que las emociones se atenúen», dijo a la prensa.