A la pobreza y extrema pobreza existente en nuestro país se ha venido a sumar la crisis mundial, el aumento de los precios del petróleo y de los alimentos. El gobierno actual, igual que los anteriores, no puede resolverlo solo el problema, quienes militan, han militado o aspiran a militar en los comités ejecutivos de los partidos políticos, en las juntas directivas de las cámaras empresariales, en los sindicatos y confederaciones laborales y organizaciones civiles, son personas que no pueden pretender no ser responsables de la situación en que se encuentra Guatemala, de la obligación de buscar soluciones y acuerdos ante la grave situación actual.
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Fácil es evadir la responsabilidad, colocarse en la posición de niño inocente, pretender decirse y decir a los demás que todo lo que se ha hecho ha sido perfecto, tirar la piedra y esconder la mano, adoptar la política del avestruz, decir: Ojos que no ven, corazón que no siente. Responsabilizar al individuo y no a la dirigencia implicaría reconocer que ésta es incapaz y egoísta.
En lo personal, los años de vida transcurridos me permiten aceptar la crítica, la persecución individual o colectiva, reconocer aciertos y desaciertos cometidos en mi paso por la dirigencia empresarial, por los puestos públicos y en mi militancia en un conocido movimiento político, al que ayudé a crear, desarrollarse y en el que continúo siendo afiliado. Perfecto sólo Dios, el hombre que se tropieza y no aprende de las experiencias recibidas en carne propia, de los ejemplos que mira en el prójimo, es el tipo de individuo cuyo ego es más grande que los templos de Tikal.
En este momento, es incomprensible, injustificable e inaceptable que los líderes políticos, empresariales, sindicales, de la sociedad civil y quienes opinan en los medios de comunicación social, no puedan hacer un «mea culpa», sentarse, proponer y discutir soluciones que nos arranquen del subdesarrollo, de los elevados índices de pobreza, extrema pobreza, desnutrición, mortalidad infantil, inadecuada e insuficiente educación, así como falta de salud preventiva y curativa, alza de costo de vida y oportunidades de trabajo con salarios justos.
El momento es ahora, no es posible que tengamos que llegar hasta las cenizas, que nuestra actitud impida sumar fuerzas, encontrar un justo medio que dote al país de los recursos intelectuales, económicos, que permitan el consenso social y económico, que nos evite llegar a un caos social como inevitablemente llegaremos si el egoísmo y la ambición de quienes aspiran a gobernar, a incrementar su riqueza, no encuentren un acuerdo en el que todos contribuyan.
La crisis mundial y nacional es tan grande como el cambio climático. Los huracanes, los terremotos sociales que producirá el constante enfrentamiento en el Congreso de la República, en la sociedad, no pueden más que llevar a Guatemala a la debacle.
Los jinetes del Apocalipsis están en nuestra puerta. ¿Quiénes quieren pasar a la historia como los responsables de la mayor debacle social y económica que pueda azotar nuestro país? El libro está abierto, el juicio de la historia siempre es inexorable, todos y cada uno de nosotros se inscribirán en él por sus hechos, por sus acciones y omisiones, no nos rasguemos las vestiduras.