La crisis financiera acapara la XVIII Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno de América Latina, España y Portugal que se celebra en San Salvador, pese a que formalmente este año está dedicada a la juventud y el desarrollo.
Los mandatarios iberoamericanos que participan en el encuentro trabajan para elaborar una declaración y llevar una posición común a la conferencia del G-20 que se celebrará en Washington el 15 de noviembre, en la que participarán algunos de ellos como Brasil, México y Argentina.
España, que no integra el G-20, ha hecho de su participación en el encuentro de Washington una cuestión de Estado y trata de conseguir en la capital salvadoreña el respaldo de sus socios latinoamericanos, en particular de Brasil, país que preside dicho grupo, después de haber recibido un tibio apoyo de México.
En la reunión ministerial -antesala del encuentro de presidentes- que tuvo lugar ayer, 18 países manifestaron su preocupación por la crisis. Pero no todos ven la solución desde la misma óptica, en particular algunos de los que tienen gobiernos de izquierda, como Bolivia, Cuba, Ecuador o Venezuela.
«Venezuela cree que todos los países deben ser escuchados, no sólo los grandes, porque la crisis afecta a todos», comentó Alejandro Fleming, vicecanciller de Venezuela, cuyo presidente Hugo Chávez es uno de los grandes ausentes de la cumbre.
El máximo responsable de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), Enrique Iglesias -ex presidente del BID-, trazó algunos esbozos para una nueva «arquitectura financiera», que deberá «contar con la plena participación de los países que hoy inciden significativamente en la economía internacional, como es el caso de Iberoamérica».
«No podría construirse una nueva arquitectura sin su presencia activa», advirtió.
También pidió que los países industrializados «aceleren la adopción de medidas» no sólo para restablecer la confianza en sus sistemas bancarios sino «también y con urgencia mediante la creación de líneas de crédito tanto para empresas grandes como medias y pequeñas».
Además de exhortar a que se termine «de una vez por todas» la Ronda de Doha, para la liberalización del mercado agrícola, recomendó mayor colaboración regional para paliar la caída de la demanda internacional y la «pérdida de apetito» de los inversores, sin contar con un papel «más activo del Estado».
Mientras, la presidenta chilena, Michelle Bachelet, instó en la ceremonia de inauguración a que se evite «el desplome social» ante la crisis financiera internacional.
«No nos quedemos en el desplome bursátil, evitemos con fuerza el desplome social», dijo, pidiendo que no disminuya la ayuda internacional a la cooperación.
Y es que si hay algún sector que puede resultar perjudicado con la crisis, éste es el de los jóvenes, que siguen siendo víctimas del desempleo, la marginación y la violencia, en particular en América Latina.
La crisis está haciendo que el tema principal de esta cumbre, la juventud, haya quedado relegado en segundo plano, aunque los mandatarios firmarán una declaración y el Compromiso de San Salvador para la Juventud y el Desarrollo, un decálogo de buenas intenciones para dar oportunidades a través de la educación e insertar en el mercado laboral a buena parte de los 110 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años de sus países.
«La juventud no puede ver hipotecado su futuro», dijo Iglesias.
En esta edición, que ha reelegido a Iglesias por otros cuatro años al frente de la SEGIB, también ha quedado sellada la apertura de las cumbres a observadores asociados.