La crisis asciende, se tambalean programas de gobierno


El constante incremento a los precios de los granos básicos y a los combustibles generará mayor empobrecimiento de la población guatemalteca.

Miguel íngel Reyes Illescas

www.miguelangelreyesillescas.blogspot.com

Centro de Estudios Estratégicos y de Seguridad para Centroamérica (CEESC)

El clima de opinión ha tendido a cambiar drásticamente en el último mes. Han terminado las discusiones y expectativas sobre la naturaleza y alcances del gobierno de Colom, analistas comienzan a formularse preguntas radicales. ¿Podrá el Presidente sobrevivir a esta crisis que amenaza ser lenta y prolongada y de profundos impactos estratégicos? ¿Quiénes se están beneficiando ya de ella y cómo?


La opinión que se generaliza es que el Gobierno no tiene las capacidades, las propuestas y las decisiones para enfrentarla, menos aún, para convertirla en una oportunidad para introducir reformas a fondo. La manera de abordar el conflicto del transporte sirve de ejemplo. Da la impresión de un paí­s a la deriva, propia de otros momentos similares en el pasado cercano. Lo más dramático es que similar impresión produce las propuestas anticrisis y las actitudes del empresariado. Mientras tanto, se espera que las protestas sociales aumenten y que los conflictos latentes salgan a la superficie.

Al perfilarse un escenario con varios tableros de enfrentamientos, en cuya superficie se tambalea una dirección estatal frágil y ambigua, sin capacidad de establecer los marcos de la conducción, el principal problema ya no será sólo el de la inseguridad y del alto costo de la vida, sino el de la extensión del empobrecimiento y de la descomposición social en general.

El programa estrella

El programa menos criticado y saludado con algún beneplácito, es el de las transferencias condicionadas, Mi Familia Progresa, del cual ya se ha dicho y mostrado que no sólo es muy modesto en su alcance y en sus montos respecto de otros similares en Centroamérica y América Latina, sino que, su éxito depende de capacidades instaladas; tales como la existencia en el lugar de las transferencias, de servicios de educación y salud, y sobre todo, de una eficaz administración pública. Capacidades inexistentes en el paí­s.

Programas de esa naturaleza son loables aquí­ y en todas partes, pero en México donde ha durado décadas y cambios de nombre no ha dado respuestas definitivas, particularmente ha mostrado sus vulnerabilidades en las crisis económicas y ha retornado entonces el crecimiento de la pobreza (Székely 2005).

De otras experiencias latinoamericanas se sabe que estos programas pueden tener efectos en el corto plazo, sobre todo propagandí­sticos, pero al margen de polí­ticas integrales que garanticen la salida autosostenida de las condiciones que producen la indigencia, han generado la prolongación del subsidio y el control clientelar.

Fuera de asumir definiciones no estructurales de la pobreza y de la extrema pobreza y, no tomar en cuenta aspectos vitales como empleo, acceso a servicios, propiedad de medios de producción, como la tierra, el programa en Guatemala descuida la pobreza urbana, ésta va en crecimiento y tiene otras desventajas, como la delincuencia, el hacinamiento y la falta de empleo. Olvidó también el empobrecimiento que se avecina de múltiples capas sociales urbanas y rurales que sobreviven al margen de una vida digna, tales como trabajadores y empleados de servicios, clases medias bajas e incluso capas de las clases medias un poco mejor situadas.

Es aún un proyecto piloto, pero en conjunto es un programa muy limitado y no hay una decisión ni una propuesta explí­cita para aumentar sustantivamente el gasto social para insuflarle vigor, tí­midamente se ha sugerido que con el próximo presupuesto y la reforma fiscal se estarí­a en mejores condiciones para atenderlo.

Pero paradójicamente, la modesta reforma fiscal, puede convertirse en el catalizador para abrir y establecer con mayor claridad los campos del conflicto. Esta vez frente a un gobierno con más debilidades y tensiones internas que los gobiernos de Cerezo y de Portillo y más atrás, del gobierno de Méndez Montenegro.

Incluso, si se aprobara la reforma fiscal, los ingresos no serí­an suficientes ni aun para cubrir el agujero que dejara Berger con la terminación del IETAP, la reducción de los ingresos arancelarios por la vigencia del DR-CAFTA y la deuda flotante de su Ministerio de Comunicaciones.

De no modificarse sustantivamente la relación de fuerzas entre gobierno y grupos económicamente poderosos, la modesta reforma fiscal no pasará. Mi Familia Progresa y otros programas serán intrascendentes en el contexto de una crisis alimentaria que puede ser de larga duración y se continuará con el oprobioso y creciente endeudamiento público interno (o externo) en beneficio de los banqueros.