La credibilidad en la prensa


            Perder credibilidad es lamentable y lo es en cualquier ámbito de la vida.  Eso ha quedado demostrado en una reciente publicación de un diario español en el que se relataba la decepción del ciudadano norteamericano frente a la prensa de ese paí­s.  El columnista expresaba lo lamentable de la situación porque en Estados Unidos la prensa era una especie de í­cono moral, baluarte al que la gente se fiaba sin muchas consideraciones.

Eduardo Blandón

            El descalabro ha provocado que la gente ya no vea a la prensa como referente y sea más escéptica respecto a lo que informan.  Toman distancia y buscan otras fuentes más fiables de información.  Como consecuencia, parece que las ventas de los periódicos escritos han disminuidos y muchos periódicos han tenido que vender o reducido la nómina de trabajadores.   ¿Será legí­tima la percepción del ciudadano de la calle?  ¿Será un fenómeno exclusivo de aquella región del mundo?

            Cada lector deberí­a formarse su propia opinión al respecto.  En lo que a mí­ se refiere, juzgo difí­cil no ser incrédulo frente a «i giornali», para decirlo de otra manera, que frecuentemente son en exceso sesgados.  Tomemos algunos ejemplos de mi experiencia de lector de periódicos.  ¿Qué pensarí­a usted de un periódico que habitualmente expresa en sus páginas que «Ortega intenta unirse al eje del mal», «Chávez es un hombre con maní­a de protagonismo», Correa es una especie de déspota y la administración Obama está mal si intenta conversar con quienes fueron amigos de Zelaya?

            Nada de eso es imaginación, eso aparece habitualmente en un periódico gringo llamado «The Wall Street Journal».  En sus páginas escribe una periodista llamada Mary Anastasia O»Grady que es la flamante intérprete de la situación Latinoamericana para ese paí­s.  ¿Puede uno tomar un serio las páginas de un periódico así­?  No me refiero al contenido solamente de las notas sino a la imposibilidad de ofrecer al lector un balance que le ayude a juzgar y a tomar una opinión más justa.

            Otro ejemplo se puede obtener de un diario español en el que habitualmente en sus páginas despotrica contra la Iglesia.  Los titulares son abundantes y con toda seguridad se podrí­a hacer una enciclopedia de escritos crí­ticos y venenosos, con razón o sin razón, en contra de esa institución que al parecer es maldita.  Otra vez, no es un invento, ese periódico se llama El Paí­s.  No se trata, otra vez, de no identificar la maldad, sino de hacer un balance para tener la oportunidad de ver la realidad con más nitidez. Es decir, con periódicos así­, evidentemente uno toma distancia y se vuelve ateo de lo que escriben.  Me parece que, afortunadamente, hay periódicos distintos, más serenos y justos al ofrecer la información.  Uno de ello, en mi opinión es «Le Monde».  Ese periódico francés no ofrece concesiones y es duro, pero sabe no ser amarillista ni mostrar odio hacia quienes critica. Guatemala tiene también sus diarios, pero esos usted y yo los conocemos y quizá no convenga por ahora para hablar de ellos.  El punto consiste en observar cómo cierta prensa pierde credibilidad e interés a causa de no saber manejar sus corazoncitos o por sus casorios ideológicos que la convierten en un trago amargo para el placer matutino de la lectura.Â