La Corte apoya reserva indí­gena y retiro de hacendados en Brasil


La votación mayoritaria de ocho jueces del Supremo Tribunal Federal (STF) a favor de la reserva Raposa Serra do Sol, en el estado de Roraima (norte), garantiza su aprobación, ya que esa corte de 11 jueces decide por mayorí­a.


De todas formas, el fallo final fue pospuesto porque un juez pidió más tiempo para estudiar su voto.

El redactor del caso, Carlos Britto, pidió prisa ante el «cuadro de confrontación» entre blancos e indios en la reserva y poner fin a un proceso que se arrastra por más de 30 años. También la juez Ellen Gracie pidió reparar «la deuda ancestral que tenemos con las comunidades indí­genas» brasileñas.

Tras 30 años en disputa, la Raposa Serra do Sol fue reconocida por el presidente Luiz Inacio Lula da Silva en 2005, pero rechazada por el gobierno regional, grandes hacendados y arroceros blancos que ocuparon tierras hace 20 años y se resisten a abandonarlas.

La reserva tiene 17.000 km2, equivalente a más de la mitad de Bélgica, y en ella viven unos 19.000 indí­genas de cinco etnias.

Siete jueces votaron este miércoles a favor de autorizar a la policí­a a reanudar la retirada de blancos de la reserva, pues ya habí­a un fallo favorable para ello, pero el presidente del STF, Gilmar Mendes, pospuso cualquier decisión hasta que todos los jueces estén dispuestos a votar.

Cuando se reanude el juicio, la suprema corte tendrá que definir si aprueba condiciones adicionales, entre ellas más garantí­as de acceso de militares al área para asegurar la soberaní­a nacional, como pidió el juez Carlos Direito.

La decisión del STF es clave para el futuro de la polí­tica indigenista del paí­s, que reconoce 12% de su gigante territorio a reservas de ese tipo.

«El fallo de la corte establecerá un nuevo parámetro para los modelos de demarcación de tierras indí­genas en Brasil», según el ministerio de Justicia.

Para el ministro, Tarso Genro, la aceptación de la reserva «no es una victoria de indios contra blancos, sino una concepción de territorio, de protección de la pluralidad étnica y social del paí­s».

«El indí­gena siente su tierra» y el Estado reconoce que esa tierra es «condición esencial a su supervivencia», expresó Direito.

«La reserva será un inmenso zoológico humano», rebatió a la prensa el gobernador del estado Roraima, José de Anchieta Júnior, al denunciar que «la mayorí­a de indí­genas ya están aculturados y no quieren vivir aislados».

Una inusual imagen ofreció el plenario de la formalí­sima corte que tiene estrictos códigos de etiqueta en la vestimenta y donde este miércoles entraron los indí­genas con torsos sin ropa, vistosas plumas y pinturas tradicionales.

Temiendo eventuales reacciones violentas en la reserva tras el fallo, el gobierno garantizó un operativo para mantener la seguridad.

«Resistiremos con nuestra sangre (…) ésta nunca fue ni será tierra indí­gena, es tierra de brasileños», habí­a asegurado en abril Paulo César Quartiero, el mayor arrocero de la región, instalado hace 20 años.

La Fundación Nacional del Indio (FUNAI) calcula que hay cerca de un millón de indí­genas (cerca de 0,5% de la población de 190 millones) en Brasil.