La Constitución burlada y el poder corrupto


Vuelvo a hacer la pregunta que les dirigí­a a mis alumnos universitarios el primer dí­a de clases: «que levanten la mano los que hayan leí­do detenidamente la Constitución». Eran alumnos de octavo semestre y de 50 unos siete levantan la mano. Les hací­a preguntas sencillas y quizás dos respondí­an satisfactoriamente. ¡Y eso que se trataba de abogados in fieri!

Héctor Luna Troccoli

Entonces, pues, nos encontramos ante la primera terrible situación que es una de las causas del hundimiento del paí­s: si no conocemos la Constitución que es la base del ordenamiento jurí­dico del Estado ¿cómo vamos a respetarla? ¿Cómo no vamos a tener un Estado destruido y socavado por el crimen, la corrupción, la impunidad, el robo descarado, las maras sanguinarias, etcétera, etcétera si el Estado no cumple con los mí­nimos deberes que la Constitución le asigna como el proteger la vida, la salud, la dignidad, y la paz del guatemalteco? 

Pero aparte del incumplimiento de los mandatos que la Constitución le ordena a las principales instituciones, también, con mucha tristeza lo digo, la misma Constitución resulta ser responsable de depositar la mayorí­a del poder que de ella emana jurí­dicamente hablando, no en el pueblo quien lo delega, sino en dos instituciones, muchas veces corruptas y criminales: el Congreso y la Presidencia de la República.

En efecto, ambas instituciones tienen en sus manos, no solo el poder fáctico, ni el poder real, sino, lamentablemente, el poder constitucional porque siendo ambas, configuradas, estructuradas, promovidas, impulsadas y avaladas por intereses personales y polí­ticos son las que designan constitucionalmente, a las cabezas de las entidades más importantes del Estado y que pueden, o construir un Estado fuerte o uno débil y corrompido hasta su médula, como es el caso de Guatemala.

Veamos algunos de esos cargos que son dispuestos al sabor y antojo, no por capacidad, honradez, idoneidad y capacidad, sino por compadrazgos polí­ticos y personales:

a) La Junta Monetaria: su presidente (que también lo es del Banco de Guatemala) y tres de sus miembros nombrados por el Presidente, uno más por el Congreso, con sus respectivos suplentes.

b) Corte Suprema de Justicia y Magistrados de Salas: por el Congreso de la República.

c) Corte de Constitucionalidad: uno por el Presidente y otro por el Congreso, con sus suplentes.

d) Fiscal General de la República, por el Presidente.

e) Contralor General de Cuentas: por el Congreso.

f) Trece Ministros de Estado y varios secretarios por el Presidente.

g) Procurador de los Derechos Humanos: por el Congreso de la República.

h) Procurador General de la Nación, por el Presidente.

En fin, vea usted estos pocos ejemplos y se dará cuenta de que de nada sirven leyes, comisiones de postulación, pataleos, berrinches, editoriales, columnas, gritos sociales, análisis de expertos, declaraciones de súper expertos y especialistas, si al final son solo dos instancias, eminentemente polí­ticas y hablo de NUESTRA polí­tica, las que designarán a quiénes podrán convertir la vida de los guatemaltecos en un infierno lleno de zozobra, miedo e impotencia para convertirse ellos, en actores y protagonistas de su riqueza mal habida y por lo cual, como dijo Rafael Espada, le tienen miedo a la Ley de Extinción de Dominio.

 Pero vea usted lo que son las cosas. Para ciertos cargos hay una exigencia cada vez mayor para quienes deberí­an ser sus titulares, sin embargo, para ser Presidente la ley suprema es benévola y solo nos dice que sus requisitos son ¡nada menos! que ser guatemalteco de origen, ciudadano en ejercicio y mayor de cuarenta años. Faltó agregar nada más: poder babosearse a la gente y tener «financistas» que les den plata, no importa si proviene del narcotráfico o un negocio lí­cito, que la factura se pasará después.

Para ser diputado nuestra ley suprema es aún más benévola: solo se requiere «ser guatemalteco de origen y estar en el  ejercicio de sus derechos ciudadanos».  Esas dos «cualidades» ya les da el derecho para armarse de plata y pensar en su bienestar personal y jamás de los jamases, en el de la población.

Como abogado y como guatemalteco, no soy de los que están a favor de una reforma constitucional por múltiples razones; sin embargo, cuando observo estas situaciones me radicalizo por momentos y pienso en dos cosas: o rehacer la Constitución o pedirle la campaña a aquel que todo lo puede, para que a los malos se los lleve la chingada.

Pero no hay que echarle toda la culpa a nuestra Constitución. ¡NO, SEí‘OR! Ella misma  nos da el deber y el derecho de elegir y ser electo. El problema es que aquellos que son honestos e incorruptibles y que desean trabajar para el pueblo y no para enriquecerse «no se meten en polí­tica» y no se lanzan a luchar por un cargo público de elección popular y lo segundo es que quienes votamos, casi siempre metemos las patas y ponemos a los «más peores», lo cual basta comprobarlo con la «elección», a veces fraudulenta, de los presidentes de parte del siglo pasado y los de este siglo.

FRASES CELEBRES. Aquí­ les van frases dichas por polí­ticos, sobre los polí­ticos; después haré una columna exclusiva sobre eso. «Cuando un polí­tico muere, mucha gente acude a su entierro. Pero lo hacen para estar completamente seguros de que se encuentra de verdad bajo tierra», Georges Clemenceau, polí­tico y periodista francés; «Como los polí­ticos nunca creen lo que dicen, se sorprenden cuando alguien sí­ lo cree» Charles de Gaulle; «El polí­tico debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué fue que NO ocurrió lo que el predijo», Winston Churchill; una del gran cineasta y escritor Woody Allen: «La vocación del polí­tico de carrera es hacer de cada solución un problema», y la última del humorista y escritor español Noel Clarasó: «Un hombre de Estado es el que se pasa la mitad de su vida haciendo leyes y la otra mitad ayudando a sus amigos a NO cumplirlas».Â