Tras la visita del Presidente a las zonas más complicadas en materia de criminalidad y delincuencia, se hizo evidente que tenemos grandes carencias en términos de fuerza pública para ofrecer seguridad a la población y en ese sentido hay que destacar que las carencias son en dos sentidos: cuantitativas, que es lo más evidente, y cualitativas.
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En efecto, cuando se decidió crear sobre las cenizas de la antigua Policía Nacional la nueva Policía Nacional Civil, se recurrió al procedimiento bautizado como «reciclaje», es decir, que los miembros de la desprestigiada fuerza anterior pasaron a cursillos donde se pretendió darles formación para que abandonaran sus viejas mañas y pasaran a ser modelos de eficiencia en la lucha contra la criminalidad. Hoy en día es evidente que no sólo tenemos un alto déficit en el número de agentes disponibles para servir a la población, sino que además tenemos un serio problema en cuanto a la calidad, al punto de que según los expertos, si se procediera a una real depuración, nos quedaríamos literalmente sin agentes disponibles para cubrir siquiera en forma mínima las necesidades que plantea nuestra situación.
Por ello es que entre los estudiosos del tema de seguridad ciudadana cobra cada vez más fuerza la idea de que si hay que formar a tantos agentes en el corto plazo, más valdría la pena pensar ya en la creación de un nuevo modelo de fuerza pública que prácticamente permita partir de cero, con un esfuerzo serio por graduar en tiempo razonable a los elementos que sin la contaminación provocada por ese mal llamado reciclaje, permitan disponer de agentes más profesionales y comprometidos con el servicio a la población.
Es difícil abordar el tema porque implica varias complicaciones que van desde la permanencia laboral de los actuales policías hasta la incertidumbre que genera la posibilidad de un borrón y cuenta nueva, por mucho que varios países amigos estén dispuestos y en posibilidad de darnos ayuda concreta para diseñar los programas de formación de los agentes. Pero el hecho cierto es que tanto para mejorar la cantidad de agentes para la actual PNC como para crear una nueva fuerza, se requiere de una fuerte inversión en el esfuerzo por capacitar a los que se enrolen en el programa y si se tiene que hacer el gasto, más vale hacerlo para impulsar un verdadero cambio y no sólo para incrementar la cantidad de elementos en una fuerza muy contaminada donde es probable que las manzanas podridas dañen inmediatamente a las nuevas camadas que vayan entrando.
Si las afirmaciones oficiales están en lo correcto, por lo menos tendríamos que estar preparando a unas 20 mil personas para conformar la fuerza pública sin llegar siquiera a los niveles óptimos que se recomiendan para asegurar presencia policial que sea efectiva como disuasivo del crimen. Formar a 20 mil personas en corto plazo demanda no sólo de eficientes programas sino de una gran cantidad de recursos para reclutar a gente con potencial de convertirse en oficiales y agentes de calidad como requieren las circunstancias, por lo cual insisto en que si se tiene que hacer tamaño esfuerzo, bien vale la pena que lo hagamos a fondo, con visión futurista y para iniciar un modelo distinto de fuerza pública que sea capaz de romper con los viejos moldes de ese pasado corrupto, tenebroso y delincuencial que nos ha marcado desde hace ya muchísimos años.
El tema es, por supuesto, materia que compete al gobierno que deberemos elegir en poco más de tres meses, pero no se vale ningún tipo de improvisación y sobre ello hay que ir tomando decisiones desde ahora.