La conflictividad del poder


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Cuando un presidente de la república, ministros y los funcionarios de más alta jerarquí­a se van y ya hay nuevos elementos dispuestos a asumir los cargos que se dejan, se producen una serie de reacciones tanto emocionales, como de otra í­ndole que afecta de manera diferente a los que se van y los que vienen. Estos procesos de «cambios» en los Organismos Legislativo, Ejecutivo y autoridades municipales, tiene necesariamente repercusiones profundas en la conducción del Estado, pero también conlleva una serie de situaciones, la mayorí­a de ellas de carácter emocional, en quienes dejan el poder y en quienes lo asumen.

Héctor Luna Troccoli

 


Los que lo dejan sentirán la nostalgia de no poder ejercer el mando caprichoso que, precisamente, el poder les otorgó durante cuatro años, con excepción del actual presidente ílvaro Colom que fue únicamente un acompañante, durante más de tres años de quien ejercí­a realmente el dominio del Organismo Ejecutivo, y en municipalidades y el Congreso, su exesposa Sandra Torres más el grupo de sus allegados, particularmente Orlando Blanco y Jairo Flores. Cuando al fin su esposa lo abandonó, ya su poder estaba menguado y aparece como una sombra ajena a lo que acontece y solamente acompañado por el peludo de la comunicación social.

No obstante esta salida de altos funcionarios encabezados por el ingeniero Colom y el doctor Espada –quien se pasó su periodo dando declaraciones sobre lo mucho que harí­a, pero sin hacer absolutamente nada medianamente trascendente–, aunque en un principio sea motivo de tristeza y nostalgia por lo que dejan, posteriormente, los que llegaron pobres y salieron millonarios, tendrán al menos un consuelo muy satisfactorio a costillas del erario nacional por poder disfrutar como ciudadanos comunes y corrientes o futuros empresarios, el dinero que acumularon en el perí­odo.

Estos cambios que culminarán dentro de menos de un mes, cuando el General Otto Pérez Molina y la señora Roxana Baldetti asuman la presidencia y la vicepresidencia de la República, 80 nuevos diputados llegan al Congreso quedándose lamentablemente 78 de los mismos que serán acompañados por viejas figuras de la polí­tica que no auguran nada bueno, al igual que muchos alcaldes reelectos y otros nuevos que tampoco dan señales de cambios importantes por lo menos en materia de honestidad en el manejo de fondos públicos.

Este «recambio» de autoridades provoca en los que asumirán, otra actitud emocional diferente de euforia, positivismo y alegrí­a porque, de una u otra manera tendrán la posibilidad de utilizar un poder nuevo o diferente para hacer cosas buenas o para proseguir con las malas a las que ya estamos acostumbrados. En lo personal tengo confianza en que el nuevo presidente y la vicepresidenta  aprovecharán el primer año y parte del segundo cuando por lo general se mantiene el respaldo y la simpatí­a y la famosa frase del «beneficio de la duda»,  para combatir dos aspectos vitales y que lo han ofrecido en la campaña: la violencia y la corrupción imperante, que aparentemente estará a cargo de la guapa «dama de hierro» la señora Baldetti.

No quiero ser tan pesimista como el escritor José Saramago que decí­a: «El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras están alejados del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones y ahí­ la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se ensucian con la suciedad del poder», ni tampoco tan optimista como Henry Kissinger que creí­a que el poder era el «último afrodisí­aco», o Mao Tse Tung que creí­a que el poder nací­a del fusil, aunque si comparto plenamente lo que decí­a Karl Marx (que más que comunista fue economista), quien afirmaba que «el poder polí­tico es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra».

Esto último de Marx es lo que me preocupa del nuevo gobierno. Hay dos poderes que le son cercanos, el militar y el económico que apoyó con mucho dinero al entonces candidato. El Ejército, pese a la formación militar del General Pérez Molina, no me preocupa, he conocido a militares de alta y baja actuales,  no mayores de 60 años y tienen un pensamiento claro de su misión en un Estado Democrático, aunque, como en todos lados, también existen los intransigentes y que quisieran volver a la oscuridad del pasado, sin embargo, no creo que eso se dé. Me preocupa profundamente el poder económico, esa cúpula ingrata que domina el Estado para proteger sus propios intereses y que en aras de ello han apoyado y seguirán apoyando a presidentes sanguinarios o deshonestos, según les convenga. Y si a esta situación agregamos los peligros que implica el narcotráfico que es un poder criminal, pero financieramente poderosa para infiltrarse en cualquier institución del Estado, menuda tarea les espera a las nuevas autoridades que espero no sean «mandados», por los poderes paralelos que viven en la sombra y se enriquecen a la luz del dí­a con la corrupción imperante.

Tener el poder no es cosa de risa. Ya lo decí­a el poeta y dramaturgo español Antonio Gala: «El poder es como el nogal, bajo su sombra no deja crecer nada».
A LA NUEVA VICEPRESIDENTA. En vista de que la señora Roxana Baldetti tendrá a su cargo la fiscalización del gobierno para evitar la corrupción y  lograr la transparencia, por favor, échele un vistazo a dos viceministros designados para el Ministerio de Comunicaciones y uno de Gobernación y encontrará sobre ellos algunos antecedentes interesantes, no precisamente relacionados con honradez.