La conciencia que incomoda


«La conciencia es ubicua. La siento a veces en el pecho, pero también está en las manos, en la garganta, en las pupilas, en las rodillas, en los pulmones. Pero la conciencia más conciencia es la que se instala en el cerebro» (M.B.)

Lourdes ílvarez
usacconsultapopular@gmail.com

Pocos dí­as quedan del 2009. Los números y cifras se acumulan como registros vivos en las páginas de la historia, que de una u otra forma, es la que todas y todos construimos.

La situación, jodida para la mayor parte de la población, lamentablemente no vislumbra cambios trascendentes. En materia de justicia social, los números se visten de rojo.

Pero uno de los puntos que más preocupa, es que ni lloviendo la peor desgracia sobre nuestras cabezas, la conciencia parece despertar.

La semana pasada, aquellos hombres y mujeres de SINTRAPETEN que desde hace 19 meses ocupaban un espacio frente al Palacio de la Cultura, en la Plaza de la Constitución, fueron desalojados de forma brutal a punta de patadas y palos por parte de las fuerzas de seguridad, con el único objetivo de «limpiar» el escenario para transmitir el concierto de la academia.

Dí­as antes, incluso se vio a cientos de compatriotas acampando en las cercaní­as, para no perder el mejor lugar. Napo, como llaman a su nuevo í­dolo, necesitaba de todo el apoyo posible de brindar.

Es de suponer que luego de la algarabí­a, todos se trasladaron al televisor para seguir de cerca la siguiente parte del espectáculo, mientras los compañeros del SINTRAPETEN, se vieron obligados a recurrir a nuevas formas de trabajo para subsistir. Vaya si no es un mundo al revés.

En otro caso, se habló hasta el cansancio del asesinato de un abogado, y la supuesta participación del actual Gobierno, pero es poco y casi nada lo que se ha dicho sobre las condenas a los militares: Marco Antonio Sánchez, José Domingo Rí­os Martí­nez, Gabriel ílvarez Ramos y Salomón Maldonado Rí­os, por parte de un tribunal de Chiquimula, que los encontró culpables del delito de desaparición forzada de ocho integrantes de una familia en la aldea El Jute, el 19 de octubre de 1981.

La sentencia constituye un paso de suma importancia, en la búsqueda de juicio y castigo a quienes cometieron violaciones a los derechos humanos durante la guerra.

Este acto renueva la esperanza y abre la puerta para que aquellos familiares y amigos de las ví­ctimas en particular, y de todas y todos los guatemaltecos en general, tengamos acceso a la verdad, a conocer quiénes y por qué ejecutaron tan atroces actos.

La crisis de conciencia social no puede prevalecer ni un segundo más. Es más fácil para los oportunistas apoderarse de una sociedad ablandada y descompuesta, ya que el miedo, la apatí­a y el silencio constituyen uno de los mejores protocolos para perpetuar las grandes desigualdades, que dí­a a dí­a degradan a la humanidad.

El 2010 depara grandes retos, pero asimismo depara grandes oportunidades, y claro, no se trata sólo de adquirir conciencia, es necesaria la participación activa para coadyuvar en el desarrollo de la vida democrática del paí­s. «La conciencia es incómoda, impalpable invisible pero incomoda, usa el reproche y las bofetadas…»