La comunicación futura: ¿esperanza o fatalismo?


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“El siglo XXI no será una era tenebrosa, pero tampoco procurará de la gente las prodigalidades prometidas por la más extraordinaria revolución de la historia. Más bien se caracterizará por una perplejidad informativa” Manuel Castells

Luego de leer esta frase premonitoria,  surgen preguntas: ¿Cuál será el futuro de la comunicación en el marco de la revolución tecnológica que vivimos hoy, tanto desde la perspectiva de los medios de comunicación masiva, como de la comunicación interpersonal?

Ramiro Mac Donald


 ¿Se verán alteradas  –algunas hasta borradas– las costumbres más arraigadas entre los pueblos de la tierra, desde tiempos milenarios?, ¿En qué medida, hasta qué grado? ¿Cómo cambiará la cultura en general, en este mundo que planifica todo desde una comunicación digitalizada y mediada por poderosas computadoras, cada vez más sofisticadas y que pueden crear realidades tan auténticas, que parecen “reales”? ¿Cómo afectará a los niños de hoy la tecnología de la comunicación, en un futuro no muy lejano?, ¿Positiva o negativamente? ¿Servirá para evolucionar hacia estadios de más civilidad o los convertirá en personas extrañas, miedosas de establecer relaciones con los miembros más cercanos de sus propias familias, sus escuelas o en las universidades… al convertirlos en seres dependientes de los dispositivos electrónicos para entablar, establecer y mantener sus principales relaciones interpersonales?

Si queremos entender lo que va a suceder en este campo (sino es que ya está pasando, en parte) hay que entrecruzar ambos conceptos (comunicación masiva y comunicación interpersonal) en el marco del planteamiento hecho por Castells, antes que finalizara el siglo XX y que sirve de acápite para iniciar este artículo, muy especulativo. La humanidad ha superado –ya– la primera década del presente siglo, pero no ha logrado alcanzar los grandes prodigios prometidos por la revolución tecnológica asociada a la comunicación y prevalece lo que Castells anunció como de “perplejidad informativa”, la que seguramente tocará sobrellevar a los seres humanos, cada vez más crecientemente. Hoy todos formamos parte de un poderoso sistema de comunicación electrónico que permite un retorno a la auto, inter e intracomunicación, a la sensación de estar de nuevo en la aldea, como planteaba McLuhan, pero a la vez convierte a todos sus miembros (quieran o no) en parte de una Sociedad Red, que deja perplejos por su enorme capacidad, velocidad y desarrollo cuasi infinito; que sigue “anonimizando”, pero que humaniza –a la vez– la comunicación… contradictoria pero efectivamente.

Frente a ese poder real que tiene la comunicación de hoy, que representa una  fuerza descomunal ¿dejará perplejos a los seres humanos, como lo planteó Castells, antes de finalizar el siglo XX?  Y esto solo podría significar que nos dejará a todos petrificados, inmóviles; sin capacidad de reaccionar, sin posibilidad alguna actuar por sí mismos… y es posible que ni chistar palabra. ¿Será posible semejante situación? No sólo porque Castells lo haya profetizado,  irremediablemente tendrá que suceder. ¿Cuáles serían las implicaciones (positivas o negativas) para los receptores anónimos de los mass media? ¿Seguiremos siendo una masa amorfa y a-crítica, como receptores pasivos ante la avalancha informativa, como sucedió casi durante todo el siglo XX? ¿Perderíamos acaso todo el activismo cívico-político (la llamada cyberciudadanía) que ha sido desarrollado con gran acierto y creatividad en los últimos años en internet, por millares de organizaciones en todo el globo terráqueo? ¿En algún momento de la historia podría volver a reconfigurarse todo el esquema de poderes y contrapoderes de la comunicación, imperante en estos momentos, que brinda la propia malla electrónica de impulsos que nos mantiene vivos y comunicándose ininterrumpidamente?

Es un concepto extraño, posiblemente precipitado y hasta podría calificarse de fatalista, pero representa una provocadora frase que Castells deslizó hace 16 años, en una de las fascinantes páginas de su trilogía sobre la “Era de la Información”. Frase que nos obliga a meditar…