La Bolsa de Valores de Nueva York sufrió severa baja y en los gobiernos europeos cundió la preocupación por el futuro económico de la región luego de conocerse el resultado de la elección en Italia que, de hecho, coloca al país en una seria encrucijada de ingobernabilidad porque el repunte que tuvo en las urnas el desprestigiado y justamente vilipendiado Silvio Berlusconi, sirve para impedir que el ganador de los comicios por un pelo, Pier Luigi Bersani, pueda formar gobierno y el aplastante repudio al tecnócrata Mario Monti coloca al país al borde de un profundo abismo al que puede arrastrar al resto de naciones europeas.
Berlusconi, quien se vio forzado a renunciar en medio de escándalos de corrupción enormes y de señalamientos de todo tipo de inmoralidades, parecía un cadáver político hasta hace un par de meses. Pero su poderío en la televisión, su caradura para manejar las críticas en su contra, el dinero a su disposición y el cinismo elevado a la máxima expresión, le valieron para levantarse nuevamente y conseguir suficientes votos como para ser, en este caso, una enorme piedra en la bota.
Estamos frente a uno de esos momentos en que la democracia demuestra cuán compleja puede ser en determinadas circunstancias aun entre pueblos que se consideran cultos. Lo peor que podía pasar a Italia y a los italianos era un período de ingobernabilidad porque en medio de la crisis económica lo único más grave que tomar medidas equivocadas es no tomar medida alguna y dejar que la burbuja siga creciendo. Y justamente el resultado que dio a Berlusconi prácticamente el control del Senado, por vericuetos muy particulares de la ley electoral italiana, significa que será imposible acuerdos entre las principales formaciones políticas para dar pasos firmes a efecto de superar el mal momento y salir de la crisis.
El pueblo habló al rescatar de las cenizas a un cadáver político que se había convertido en un líder deleznable por sus corrupciones y frivolidades. Pero los electores de Italia no lograron sepultarlo y, contrariamente, obteniendo casi un cuarto de los votos se levanta nuevamente para convertirse en factor de decisión que pondrá sus particulares condiciones.
Y eso es lo que tiene al mundo con la camisa levantada. No es el triunfo de la izquierda o de radicales de la derecha, sino el triunfo de la corrupción y la inmoralidad lo que preocupa a los agentes económicos. No hay, sin embargo, más que aceptar ese terrible e inexplicable veredicto de la democracia italiana que repartió entre el descarado Berlusconi y el cómico Beppe Grillo, suficientes votos como para encarar con seriedad el futuro del país.
Minutero
Las bolsas se estremecen
tras la elección italiana;
si los italianos perecen
es porque se les ronca la gana