Fernando Ramos
París es una ciudad de múltiples rostros, el más conocido es el que se ve en las postales, el que se aprecia desde lo alto de la torre Eiffel, o el del Louvre y todas las demás atracciones turísticas y arquitectónicas, ese es el París que todo mundo ansía conocer; por eso, ver por la ventana del tren, mientras se viaja del aeropuerto hacia «Champ de Mars»; por ejemplo, causa cierto grado de incredulidad, porque esa es otra cara de la ciudad luz.
Un viaje largo en metro, dejando de lado las ganas de hacer turismo y la paranoia, permiten descubrir las otras caras, las del París adentro, en el que conviven inmigrantes de todas partes de ífrica, Asia, en mayor medida; y de muchos otros países.
La diversidad de etnias salta a la vista y en la medida que nacen, crecen y se reproducen en tierras parisinas se van convirtiendo en un problema complejo, tal y como lo demuestran los periódicos estallidos de violencia.
Algunos cuestionan el sistema educativo y claman por reformas que ayuden a manejar el problema desde la raíz; es decir, desde las aulas escolares.
«Entre les murs», título original de: «La clase», aborda el tema de la educación, al tiempo que plantea la diversidad étnica como origen del problema. Laurent Cantet, el director, se infiltra, por así decirlo, en una escuela pública y cámara en mano filma el desarrollo de la clase de francés, cuyo profesor (Franí§ois Bégaudeau), tiene que ingeniárselas para guardar el equilibrio y el orden en un salón poblado de alumnos de los más disímiles orígenes.
La cinta no es la típica historia del profesor que lucha contra el sistema para inspirar a sus educandos, ni se enfoca en presentar las vidas y el origen de los alumnos. El director echa mano de actores aficionados y los hace recrear el día a día de la clase.
Se trata de ficción presentada como falso documental, en donde se deja que los protagonistas disparen frases y diálogos sin parar; por momentos se hace difícil seguir el ritmo; pero la coherencia de la totalidad del discurso, en la medida que pasan los minutos, la van convirtiendo en una película inteligente.
Es evidente que el sistema de educación debe adecuarse a lo que demandan los alumnos, es la misma situación la que exige cambios; el punto no es que el maestro tenga que hacer dinámica la clase, para captar la atención; aquí es él quien debe adaptarse a la dinámica que imponen los pupilos; y no es tan fácil como decir que se trata con niños hiperactivos o con déficit de atención, como suele ser el discurso de los maestros de escuelas y colegios guatemaltecos.
«La clase» es una producción económica en recursos, la mayoría de las escenas ocurren dentro del salón, unas cuantas en la sala de maestros y otras pocas en el patio de la escuela. Los protagonistas permanecen en sus pupitres, durante casi todo el metraje; algunos levantando la mano, para pedir la palabra; otros irrumpiendo en el diálogo; otros durmiendo; otros más sin poner atención, todo como en la vida real. Es la muestra de cómo un director con oficio puede hacer buen cine sin echar mano de enormes presupuestos.
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Calificación 9/10
DIRECTOR: Laurent Cantet
GUIí“N: Franí§ois Bégaudeau, Robin Campillo, Laurent Cantet (Libro: Franí§ois Bégaudeau)
MíšSICA: Varios
FOTOGRAFíA: Pierre Milon
REPARTO: Franí§ois Bégaudeau, Nassim Amrabt, Laura Baquela, Cherif Bounaí¯dja Rachedi, Juliette Demaille
PRODUCTORA: Haut et Court
Aí‘O: 2008
DURACIí“N: 128 minutos
PAíS: Francia
Franí§ois es un joven profesor de lengua francesa en un instituto difícil, situado en un barrio conflictivo. Sus alumnos tienen entre 14 y 15 años. No duda en enfrentarse a Esmeralda, a Souleymane, a Khoumba y a los demás en estimulantes batallas verbales, como si la lengua estuviera en juego. Pero el aprendizaje de la democracia puede implicar auténticos riesgos. Franí§ois -autor de la novela en la que se basa la película, con formato de docudrama- y los demás profesores se preparan para enfrentarse a un nuevo curso. Llenos de buenas intenciones, deseosos de aportar la mejor educación a sus alumnos, se arman contra el desaliento. Pero las culturas y las actitudes se enfrentan en el aula, microcosmos de la Francia contemporánea. Por muy divertidos y estimulantes que sean los adolescentes, sus comportamientos pueden cortar de raíz el entusiasmo de un profesor que no cobra bastante. La tremenda franqueza de Franí§ois sorprende a sus alumnos, pero su estricto sentido de la ética se tambalea cuando los jóvenes empiezan a no aceptar sus métodos.