LA CIUDAD DE SICíR


¡Habrá alguna iglesia que se llame SAMARIA! Pero no la que llamen SICíR. Será por su significado que es: «falsedad o beodo, ciudad de borrachos». Pero, ¿qué cuantiosas verdades dejó el Señor Jesucristo acerca de ella?

Santiago Villanaueva Gudiel, svillanuevagudiel@hotmail.com

LA PRIMERA. Que SICíR estaba «junto a la heredad de Jacob o Israel, padre de los patriarcas y judí­os; lugar que también él habí­a destinado fuera para su penúltimo hijo José, llamado por sus hermanos «el soñador»; El chismoso porque no le parecí­a lo que sus hermanos hací­an; «El culebra» por lo que decí­a a su padre para que los corrigiera; y simularon que lo habí­a matado alguna fiera, cuando lo vendieron a unos mercaderes que a su vez negociaron a José como esclavo en Egipto, donde llegó a ser el primer sabio y el segundo Faraón gobernador de aquel paí­s que con su gobernabilidad, llegó a ser el sustentador del hambre de los habitantes de otras tierras en aquel tiempo.

LA SEGUNDA. En aquella heredad el patriarca habí­a dejado abierto el pozo que se le llamaba de Jacob con caracterí­sticas de hondo, antiguo y abundante en agua. Habí­a transcurrido tanto tiempo, que la historia de aquel lugar era tradición, rutina no agradecida; pero ¡Para ellos fue tierra de Jacob, de José el sabio Gobernador de Egipto y estaba cerca del famoso Siquem y Samaria. Era la mitad del camino a Jerusalén. LA TERCERA. Los samaritanos no eran amigos de los de Judea de dónde era el Señor Jesús; y además los judí­os decí­an que allá debí­a de adorarse y los samaritanos que en aquel monte; a donde llegó el Señor Jesús porque le fue necesario cansado del camino; a la hora sexta y conveniente para estar allí­ cuando todos habí­an terminado sus labores; y sentarse junto al pozo de Jacob a donde llegaba la mujer samaritana cada dí­a a llevar agua. Eso y más era la rutina de aquella mujer. EL SEí‘OR JESíšS dijo a la samaritana «Dame de beber» para así­ darle a conocer el Don de Dios y el Agua Viva que í‰l mismo es; a cambio que ella entendiera que habí­a llegado la hora de adorar en Espí­ritu y en Verdad al Padre, lo que los samaritanos no conocí­an ni sabí­an. ¿Qué entenderí­a la samaritana que le dijo: «Â¿Acaso eres tú mayor que nuestro Padre Jacob, que nos dio este pozo del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?; además, ¡no tienes ni con que sacarla!- No sabí­a que Jesús es mayor que Melquisedec, Abraham, Jacob, José, Moisés, Josué, David, Salomón y Juan el Bautista. Que era El Mesí­as que traspasó los cielos para venir a la tierra y ser El Salvador del Mundo. EL POZO que fue hondo, pudo estar envejecido, haberse secado, reducir su hondura con tanta piedra que se le habí­a tirado, contaminado y estancado; tal como en estos tiempos al Evangelio del Señor Jesucristo se le descompone en su pureza y poder; está empolvado capa sobre capa, lo mismo; o congelado tanto que cualquiera puede sacar de él un pedazo, llevárselo, y en el camino o en su casa se le deshelará en simple agua muerta; por no percatarse que «El Pozo de la personalidad del Señor Jesús es hondo», y que hay que tener con qué sacarla que es el Espí­ritu Santo, para que siempre sea Don de Dios para el hambriento y Agua viva fresca no estancada, para el sediento de cada tiempo moderno porque cada dí­a nace y brota nueva para su predicación. JESUCRISTO es el Don de Dios. í‰l, más que pedir se da en Pan de Vida y Agua Viva para no volver a tener hambre y sed de este mundo con sus Palabras, que brotan de la Biblia y son Espí­ritu y Vida para oí­dos, ojos y mentes de hombres y mujeres espirituales que para ser otros, han cambiado la carne por el Espí­ritu; y también sale de ellos rí­os de Aguas Vivas que corren, saltan y se convierten en Vida y Paz para otros. HOY EN EL SIGLO XXI, JESíšS no es aquel humilde y humillado de los pecadores por los cuales se dio asimismo en sacrificio; sino el que en la Gran Resurrección fue recibido en Gloria, ser el primogénito de los resucitados, y transpuesto como Enoc al cielo, es el Deseado de todas las gentes en todos los términos de la tierra. Sin embargo hoy solo desea se crea solamente en él; porque no se le puede mirar por virtud de su resurrección. Y somos los deseados por í‰l como el remanente que ha de salvarse, los queridos, y aceptos en el Amado para ser salvos por el Sacrificio que para eso sufrió. Hoy nos habla por efectos del cielo, por voces de volcanes y la tierra; rugientes mares y rí­os; por milagros y prodigios verdaderamente increí­bles en los propios seres humanos no en exterioridades; con la misma voz que habló a los discí­pulos de Emaus que dijeron: «Â¡Cómo ardí­a nuestro corazón cuando nos declaraba la Palabra!» porque son toques y voces que dicen al corazón «He aquí­ yo estoy a la puerta y llamo, abre y entraré a ti» y cenaré contigo. í‰L, en uno de estos dí­as traspasará de nuevo las puertas que se alzaron y abrieron para que entrara el Rey de la Gloria; y vendrá a decirnos como dijo a la Samaritana, «Ven acá», en el próximo rapto de la Iglesia. ¡Se puede creer!