La CICIG


Hay una frase repetitiva hasta la saciedad: «Se los dije». Hace varios meses cuando se habló de la instalación de la CICIG supuestamente para luchar contra la impunidad y los poderes paralelos que existen dentro del Estado, se mencionó, además, que su función serí­a entre otras cosas, colaborar con el MP (me da pena decir su nombre completo) y la CSJ y sus tribunales.

Héctor Luna Troccoli

Creí­an los ingenuos que de la noche a la mañana tendrí­amos el paraí­so que dicen construyó Dios para que vivieran tranquilos don Adán y doña Eva, quienes al final, cuenta la historia bí­blica, fueron echados de ese Edén por mal portados, sobre todo por haber comido una deliciosa manzana que hoy, para no herir susceptibilidades al utilizar palabras «horribles» como «coito y fornicación,» se llama, siempre deliciosamente «arroz con tunco», como decí­a acertadamente nuestro recordado don Clemente.

Pues bien, todo lo anterior viene al caso porque en un año, Su Eminencia, don Carlos Castresana pone como su principal logro trabajar nada menos que en 14 casos de alto impacto, lo que equivale, ni más ni menos que 25 dí­as para tratar cada caso, sin que ello signifique que se hayan obtenido resultados…

Y no se han conseguido resultados porque don Carlos y su corte celestial, pese a que fue dotado de varios millones de quetzales, de asesores de todo tipo, una parte del edificio del MP, vehí­culos, guaruras, etcétera, etcétera, no ha desempeñado con eficiencia sus funciones, pese a que lo apoyan IRRESTRICTAMENTE, esas organizaciones de los adalides de los derechos humanos, sin contar a las maras, crimen organizado y otros grupos que son ajenos, por supuesto a las humanitarias labores de los otros.

Creo que Castresana debió haber dado un informe financiero de lo que se ha gastado en ese año, aunque, lamentablemente, la ayuda internacional que fuera ofrecida falló por falta de… fondos.

Lo que sí­ se evidenció en este informe es que en Guatemala pueden abundar delincuentes, pero ni pisto para combatirlos, ni menos, aún, principios morales que impacten en el seno de la sociedad guatemalteca para irla cambiando poco a poco y donde los principales protagonistas seamos nosotros mismos. Mientras no cambiemos en nuestro interior, pueden darse mil marchas y protestas que quedarán en eso y nada más.

Cuando se instaló la CICIG en mi columna escribí­ con muchas dudas que no creí­a que nada cambiarí­a.

Dos cosas quedan clarí­simas; una que esta institución es pariente cercana de la carabina de Ambrosio y la segunda, que los chapines seguimos cayendo de babosos.

Lo que es cierto es que la CICIG también es hija putativa de la mal llamada Corte Suprema de Justicia, de la PNC y el MP. He dicho… por ahora, así­ reviente el mundo.