“Puedo escribir los versos más tristes esta nocheâ€. Desde que escuché este mensaje –sencillo pero maravilloso– jamás he podido olvidarlo. “Escribir por ejemplo: la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros a lo lejosâ€. Jamás, estas hermosas palabras unidas con tanto sentimiento, se borraron de mi memoria. Creo que fue a los diez años, que las escuché en la radio, por primera vez en un programa cultural de la TGW que sintonizaba mi madre, una tarde de invierno que llovía a cántaros. Y le comenté que quería que me consiguiera más poemas de ese poeta chileno, llamado Pablo Neruda. Ella me regaló unos días más tarde, los “Veinte poemas de amor y una canción desesperadaâ€.
Por eso, estar en su casa-museo, hace algunos días en Santiago, fue una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida, por la admiración que le profeso al creador de los “100 sonetos del capitánâ€, dedicados a Matilde. Al acercarme –por el pequeño callejón que va hacia ese nido de amor que fue La Chascona– el corazón me palpitaba con intensidad. Fue una cita con la historia… con mi poeta favorito y conocer de cerca, en aquel lugar amado, de amor prohibido, de amor extraordinario, parte de su vida y su trágica muerte.
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te tocaâ€, forma parte de esa colección de 20 poemas, que me impactaron desde niño. “Te recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calmaâ€. Con frases tan simples y tan bellas, como estas, Neruda creó imágenes imborrables para toda mi vida. Mi generación lo admiró, aún cuando lo atacaban por ser comunista. “Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. “Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calmaâ€. ¿Cómo no íbamos a admirar a ese sensible hombre que podía crear con simples palabras, representaciones tan bellas como estas que estoy intercalando? “Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. Hojas secas de otoño giraban en tu almaâ€.
En esta casa que es como un barco, convertida en museo tras su muerte, como producto de la depresión que entró, por el Golpe de Estado de Pinochet, Matilde creó una fundación y esta rescató sus tesoros literarios y materiales que se habían salvado de la barbarie, tras un allanamiento de los militares aquel trágico 11 septiembre de 1973. “De tantos hombres que soy, que somos, no puedo encontrar a ninguno: se me pierden bajo la ropa, se fueron a otra ciudad. Tuve una sensación extraña, algo… no sé… de mi parte, recorrer aquellos rincones secretos donde el poeta estuvo con su amada, incluso sus recámaras que se mantienen intactas. Recordemos que Neruda estaba casado cuando construyó La Chascona, y la hizo para el amor de su vida, Matilde, quien resultó jugar un papel fundamental tras su muerte, ya como su esposa… porque se había separado legalmente de su segunda mujer. Ella fue una valiente luchadora, en medio de la tragedia personal, Chile estaba atravesando una cacería de brujas, con los militares en el gobierno.
En un poema extraordinario (Pido Silencio) Neruda le pide a sus amigos cinco cosas. La quinta, es a su amor, así: “La quinta cosa son tus ojos, Matilde mía, bien amada, no quiero dormir sin tus ojos, no quiero ser sin que me mires: yo cambio la primavera, por qué tú me sigas mirandoâ€. En La Chascona se unen el arte que siempre estuvo cerca de Neruda, arte pictórico por doquier, así como el profundo aprecio por el mar, pues la casa es como un navío anclado… y sus libros, sus muebles bien cuidados, sus raíces, sus obras, sus cosas personalísimas de hombre sibarita y mundano. Pero ante todo, está la idea de verlo caminando por entre sus jardines, sobrepasando los pequeños ríos que circulaban aquella casona en Bellavista. Hoy, ese barrio es un tributo a la bohemia chilena y rinde homenaje, paso a paso, al poeta que escribió para el universo: “Yo soy profesor de la vida, vago estudiante de la muerte, y si lo que sé no les sirve, no he dicho nada, sino todoâ€. ¡Impresionante espacio dedicado al amor… que no se debería de perder, si visita la capital de Chile! Recitar en los jardines de La Chascona, aquellos versos que desde niño había memorizado, fue un obsequio de la vida…