Pertenezco a ese pequeño grupo de optimistas que piensa que Guatemala puede cambiar. Y continúo con ese estigma al estar cada vez más convencido de que esto es posible. Esa fue la razón que me llevó a aceptar coordinar la Política de Desarrollo Democrático del Plan de Gobierno de la actual administración, y precisamente en esa instancia fue donde un pequeño numero de guatemaltecos le dimos rienda suelta a nuestras inquietudes, ideas e ilusiones; y por la búsqueda de una Guatemala mejor nació el proyecto del Consejo Nacional Contra la Corrupción. A grandes males grandes remedios. Sigo considerando que para combatir este flagelo que tanto daño le ha hecho y le sigue haciendo al país, no serán los paños tibios lo que nos llevará a lograr resultados satisfactorios. Ya nadie tiene dudas que la corrupción representa un gran obstáculo para alcanzar el desarrollo, pues esos dineros que los funcionarios rateros se llevan a los bolsillos (de ahí el argumento de otros para no tributar), representa entre otras cosas, que se deje de construir nuevos centros de salud, carreteras, agua potable, más educación y sobretodo mayor seguridad. El crear oficinas estatales de denuncia o programitas con pequeños grupos «para la transparencia», evidencia la paja y politiquería que ha caracterizado a nuestros políticos y por eso se sigue posponiendo un tema tan importante para Guatemala demostrando que la intención de fondo es seguirle dando atol con el dedo a la población, ya que estas acciones sólo nos mantienen en el círculo vicioso del desorden y la podredumbre. La única manera que existe para combatir de manera efectiva la corrupción, es empoderar a la ciudadanía para que cuide sus propios recursos organizándola en un Consejo Nacional donde se agrupen los actores más incidentes de la sociedad guatemalteca. Ya lo he dicho, ahí deben de estar las universidades, colegios profesionales, asociaciones estudiantiles, iglesias, sectores obreros y patronales, así como la prensa escrita, radial y televisada, sólo por mencionar algunos. Estoy hablando por supuesto de una institución nacional con presencia en todos los municipios del país. Sólo así, donde la misma ciudadanía monitoree, supervise y transforme la manera en que un gobierno temporal maneja los recursos, lograremos reducir drásticamente los índices de corrupción y elevar los niveles de transparencia en Guatemala.
¿Pero cuál es la razón de que se haya utilizado este proyecto únicamente como ofrecimiento en la campaña anterior? En lo personal no considero que la causa esté limitada a la burda intención de llegar por cualquier medio al poder. Quizá es parte de, pero aquí hay una falencia más profunda que se está padeciendo, pues lo mismo sucedió con Berger. Lo que considero, por lo que he percibido y observado, es que padecemos de una gran ausencia de liderazgo que nos está ahogando. ¡¡Y cuidado que no estoy hablando de caudillos!!, pues líder es aquél que lleva intrínseca en su personalidad los más caros ideales. Ideales, no olvidemos, son aquellos juicios de perfección que buscan cambiar los males tradicionales, que como la corrupción, se encuentran latentes en todos los círculos de la sociedad y que nos somete a la pobreza e ignorancia. El caudillismo lo hemos observado de manera tradicional en aquellos candidatos que cuando llegan al poder, se acomodan al estatus quo prevaleciente. No rompen esquemas, siguen con lo tradicional pues para ellos es más cómodo no chocar con las fuerzas nefastas y por eso prefieren el silencio y la inercia. Por eso es que los caudillos que hemos tenido como presidentes, ideas, como una reforma política profunda o un Consejo Nacional Contra la Corrupción, sólo pueden ser concebidas como artimañas de campaña, jamás les representan fines, mucho menos ideales. La fragilidad de su espíritu que también permite el acoso de los apetitos por las cosas materiales, no les deja identificar que la verdadera riqueza está en que los resultados tangibles de sus actos renovadores accederá a grabar su imagen en la retina de las actuales generaciones y en las multitudes venideras a través de los tiempos. Sin ideales no hay líderes, y sin líderes jamás habrá cambios en nuestro país y eso estimado lector, es la verdadera causa de nuestros males.