«La casa semilla» es una idea original de Alfredo Maúl, joven guatemalteco hijo de Fernando Maúl y Lídea Solís (q.e.p.d.), a quienes conocí a principios de los años sesenta.
Alfredo estudió arqueología, comercio internacional y tiene un grado en arquitectura con una maestría en restauración. Actualmente está cursando una maestría en eficiencia energética. Es un trotamundos que ha vivido y estudiado en Guatemala, Estados Unidos, Francia y España.
Los orígenes de su amor a la Tierra los obtuvo de su abuela paterna, doña Mina, quien en su puño trajo varias semillas de un árbol que le encantó, por sus cualidades, en la Florida. Esas pocas semillas las sembró doña Mina; formó después un semillero; regaló miles de arbolitos a municipalidades y grupos forestales y ahora existen en toda la república, cientos de miles de arbolitos llamados «írbol de Miami» o «Pimiento del Brasil». Doña Mina, la abuela de Alfredo, ama la Tierra y ha contribuido de una manera silenciosa pero eficaz a su conservación.
En la actualidad, Alfredo se dedica al trabajo de encontrar ahorro de energía y agua en sistemas preinstalados en residencias, apartamentos, empresas, colegios, edificios, etcétera. Ha recopilado datos interesantes como por ejemplo: en Guatemala el kilovatio hora cuesta aproximadamente $ 0.25; en EE.UU. $ 0.75 y en Europa $ 1.00. El tonel de agua potable (216 litros) a través de las redes convencionales (tuberías subterráneas), en la capital de Guatemala cuesta cerca de Q.0.25 y comprada a los camiones que venden agua sin tratamientos para su potabilización, el tonel cuesta entre Q7.00 y Q.8.00. Naturalmente, los onerosos precios del agua en tonel lo paga la gente pobre y paupérrima.
Alfredo mantiene la tesis de que vivir y trabajar en el mismo edificio es una sólida fuente de ahorro. Como ejemplo, su apartamento es un laboratorio de oficina y vivienda urbana sostenible. Ha experimentado con plomería y ha logrado colocar mecanismos en inodoros que descargan tres y seis litros de agua, en lugar del inodoro normal que descarga entre 12 y 19 litros cada vez.
Otro detalle importante es que ha hecho cambios radicales en cuanto a tubería y ha ubicado, en lugar de los tipos de tubería tradicionalmente conocidos, «plomería» flexible con manguera polivinílica reforzada, con la finalidad de evitar el entubamiento con tubería PVC, la cual es altamente contaminante, especialmente cuando ésta es desechada. Dentro de las ventajas de esta tubería es que puede dejarse a la vista y cambiarse de posición al gusto, en virtud de que no es más ni menos que una manguera, similar a la de jardín, que lleva el agua que alimenta todos los servicios de la casa. Además no usa pegamentos y las conexiones son rápidas y sin fugas de agua.
Otro artefacto no convencional que pude ver en la casa-oficina de Alfredo, es un medidor de agua translúcido (recipiente específico) sobre el lavamanos que muestra el nivel de agua y, así puede observarse en tiempo real el consumo. Sirve, entonces, como un medidor psicológico para hacer conciencia sobre la conservación del vital líquido. Ese mismo medidor puede colgarse y se convierte en una ducha por gravedad. Tiene capacidad para 20 litros y duchan cerca de cinco minutos.
Las ideas del arquitecto Alfredo Maúl son, en apariencia, sorprendentemente sencillas, pero que han requerido de mucha experimentación y conocimiento adquirido en su formación académica y profesional para la fundamentación de las mismas.