Una casa desordenada lleva a que sus habitantes se sientan incómodos, no logren encontrar lo que buscan y tiende a esconderse lo que es más útil para poder hacer y cumplir con las tareas asignadas.
Tenemos años hablando sobre «ordenar la casa», pero realmente esto sólo se ha dicho, como bien lo dice el refrán: del diente al labio. Es hora que hagamos un análisis de la realidad guatemalteca y si estamos interesados, porque muchas veces el desorden es intencional, tratemos de organizarnos.
Las leyes no son más que la organización colectiva del derecho individual basado en el bien común. Cada quien debe y tiene que velar porque todos y cada uno estemos tomados en cuenta para que la convivencia sea pacífica.
Decimos que Guatemala es un país democrático, votamos cada cuatro años por un nuevo gobernante y autoridades, pero no tenemos claro lo que significa el término democracia. Repetimos que es el gobierno del pueblo y otra sarta de consignas que no llegamos a entender. Dejamos por un lado y no entendemos a cabalidad que democracia es un Estado de Derecho.
Las autoridades por las que votamos para que nos dirijan y velen por el cumplimiento de las leyes, que hará que el país camine en un estado de derecho, en donde todos los ciudadanos tengamos certeza y esto nos dé seguridad en el actuar, piden a los demás el cumplimiento de lo que se manda y ellos y ellas rompen todas las leyes que puedan ocasionarles obstáculos para que su criterio impere.
En todos los campos sociales se da este fenómeno, pero hoy me quiero referir al campo de educación. Guatemala ha tenido y tiene la educación que se ha diseñado para su pueblo. La educación es donde se origina el tipo de sociedad que se quiere; por ello en sus diferentes momentos históricos hemos tenido la educación que el sistema económico pide. Cuando Guatemala tan sólo era un país cafetalero y agrícola era un país analfabeto, pues no se necesita que la mano de obra barata aprenda a leer y escribir y con ello desarrolle destrezas de pensamiento. Desde hace unos años, con el incremento de las migraciones del área rural a las ciudades, la baja del café, y otras situaciones de tierra se hizo necesario pensar en otro tipo de ciudadano, ahora debería saber leer y escribir, pero no mucho. Se pensó entonces en primaria completa. Lamentablemente, por ser un país sin planificación a largo plazo, siempre estamos diseñando para ayer, y esto ha hecho que estemos rezagados en nuestro sistema educativo. Hoy estamos pensando de nuevo en ciudadanos que trabajen en maquilas, lamentablemente no desarrollamos el potencial del guatemalteco para ir más allá.
Pero volvamos a las leyes. Desde 1991, después de un análisis y estudio del sistema se diseña y aprueba la Ley de Educación Nacional, Decreto 12-91. Se manda (porque esa es la función del Legislativo, eso es una ley) hacer el reglamento en sesenta días. Eso no ocurrió, quedó una ley sin reglamento que crea el desorden. Pero para hacer la situación aun más caótica, se dice en el artículo 106 de la misma, que mientras no se tenga el reglamento pueden seguirse utilizando los anteriores. Esto es como mezclar el fuego con el agua, alguno de los dos elementos quedará eliminado después de una lucha constante de sobrevivencia. Así está hoy nuestro sistema educativo.
Han pasado muchos gobiernos desde entonces, ninguno ha querido, aun cuando el reglamento ya fue y está redactado, aprobar dicha norma, pues con esto se dejaría de lado el poder del Ministro(a) para dárselo a la ley. Con un reglamento no podrían ponerse en ejecución proyectos descabellados de educación que han retrasado la verdadera Reforma Educativa y que tienen al país en un marasmo.
Es necesario que nuestras autoridades, se den cuenta lo que pasa cuando no son las leyes las que imperan, sino es tan sólo el criterio del funcionario de turno. Ahora hablamos de educación, pero esto es el problema de la nación.