La carnavalización


Según el crí­tico ruso Mijaí­l Bajtí­n, existen dos tipos de fiestas: la oficial y el carnaval. La fiesta oficial y el carnaval.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Este crí­tico propuso que los análisis culturales se podrí­an vincular con la clasificación de estas fiestas. Algunos análisis podrí­an ser del orden «oficial», es decir, las fiestas «normales» que se ofrecen para celebrar un acontecimiento importante, exaltar una figura pública y conferirle estatus social. Así­ se expresó Bajtí­n de este tipo de fiestas:

«En cambio, las fiestas oficiales de la Edad Media (tanto de la Iglesia como las del Estado feudal) no sacaban al pueblo del orden existente, ni eran capaces de crear esta segunda vida. Al contrario, contribuí­an a consagrar, sancionar y fortificar el régimen vigente. Los lazos con el tiempo se volví­an puramente formales, las sucesiones y crisis quedaban totalmente relegadas al pasado, del que se serví­a para consagrar el orden social presente. La fiesta oficial, incluso a pesar suyo a veces, tendí­a a consagrar la estabilidad, la inmutabilidad y la perennidad de las reglas que regí­an el mundo: jerarquí­as, valores, normas y tabúes religiosos, polí­ticos y morales corrientes. La fiesta oficial era el triunfo de la verdad prefabricada, victoriosa, dominante, que asumí­a la apariencia de una verdad eterna, inmutable y perentoria».

En cambio, propuso que algunas fiestas, podrí­an compararse con fenómenos culturales de otra í­ndole, a lo cual llamó «carnavalización», lo cual definió así­:

«A diferencia de la fiesta oficial, el carnaval era el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. Se oponí­a a toda perpetuación, a todo perfeccionamiento y reglamentación, apuntaba a un porvenir aun incompleto».

El próximo viernes, nuevamente, tendrá lugar en las principales ciudades de Guatemala el tradicional desfile de la Huelga de Dolores.

Como se podrí­a creer, que este efecto de «carnavalización» podrí­a lograrse en el «carnaval», fiesta celebrada antes de la llegada del Miércoles de Ceniza.

Sin embargo, para que sea «carnavalesco», le hace falta esa burla hacia las figuras «encumbradas» de la sociedad.

En un carnaval, a la manera de Bajtí­n, puede pasar de todo, incluso, ver a los personajes más poderosos de ámbito polí­tico del paí­s, lustrando zapatos o realizando acciones ajenas a su estatus polí­tico.

Es así­, como la Huelga de Dolores de la Universidad de San Carlos se constituye en un fenómeno cultural, que deberí­a ser tomado como una «inversión de valores», que provocan la risa, pero también mueven a la reflexión.

Por este desorden de estatus, en donde los «de abajo» castigan a las figuras encumbradas, se puede clasificar como una de las crí­ticas más mordaces que se encuentra en una sociedad.