Hay partes del cuerpo humano socorridas para utilizar sus nombres en sentido figurado; no todas, por supuesto, porque a nadie se le ha ocurrido el nombre de húmero o tibia, para una proposición con la que queremos significar algo. Pero, en el caso de la «cara», además de los numerosos usos que el diccionario de la Real Academia le da al término, en el lenguaje coloquial hay otros significados. Por ejemplo, cuando alguien cree que uno es incauto ante una proposición, se responde: ¿Me estás viendo la cara de baboso? o «Â¿cara de inocente?». Hay quienes acostumbran lisonjear para obtener algo, y entonces se dice del lisonjeado: «Le lavaron la cara», Y ¿qué pasa cuando en nuestra presencia nos hacen algo negativo? José Alfredo Jiménez lo dijo en una canción: «…cuando en mi propia cara coqueteabas mi vida». Ahora que la Selección jugó su partido con Santa Lucía, que quién sabe en dónde queda, le pregunté a uno de mis hijos si iría a llover y su respuesta fue: «Tiene buena cara», es decir, que no iba a llover. Alguien ha dicho que los ojos son el espejo del alma; pero, de la cara no se puede decir eso, porque hay personas que andan sonriendo y en el fondo se cargan hartas penas. Por eso se dice: «Caras vemos, corazones no sabemos», que también surte el mismo efecto con aquello de que «a mal tiempo buena cara». Hay expresiones que a la par de una verdad, le adocenan también un tono burlesco: «Quedaste como toda tu cara». Entiendo que en tal caso no se tiene una cara aceptable. Y si se trata de un comportamiento indebido y aún así nos presentamos con el ofendido, lo más seguro es que nos digan: «Â¿Todavía tenes cara?» Cuando un sujeto se esconde en lo que está haciendo, se le dice: «No da la cara». Nunca he entendido por qué cuando una persona está distraída ante lo que está viendo, se le dice: «Estás con cara de mejicano». Si se trata de enfrentar algo o alguien, pues hay que «encarar». Y qué sucede cuando no se prevé las consecuencias de lo que se está haciendo? Pues que le «estalla en la mera cara». Existen gentes que no tienen el menor recato en presentarse ante los demás como si fueran angelitos de primera comunión. A esa gente se les dice que son «cara dura». «Con qué cara vienes a pedirme eso», diría el ofendido; pero, el ofensor honesto diría «Con qué cara me presento ante él? Para quien presta su nombre para una acción, hombre de paja o como se le quiera llamar, pues entonces «Pone la cara por otro». Es imposible que no se tenga cara; todos tenemos una cara, pero si queremos decir que alguien no debe presentarse a una circunstancia, lo normal es decirle que «no tiene cara». Por último si usted sale de un hospital, ya repuesto, o su carro chocado se lo han reparado, los más seguro es que le digan: «Ya tiene otra cara», aunque sea la misma, sólo que retocada. Claro que también el pie, mejor dicho la «pata», y la cabeza, tienen sus expresiones coloquiales: Pata de chucho le dicen al andariego; perdió la cabeza al que no piensa lo que hace, que en el fondo es una hipotética decapitación.