Por todos lados vemos aspectos de las favelas de Brasil, especialmente en toda la periferia. Es impresionante y preocupante ese panorama.
Comprobamos que la extensión superficial de nuestra urbe capitalina se ha producido y se sigue produciendo desordenadamente a pasos agigantados.
Cuando pasamos por los barrancos donde existen los puentes Martín Prado Vélez (más conocido como del Incienso) y por el Belice, o sea donde pasaba traqueteando y rugiendo el ferrocarril, causa fuerte impresión que los precipicios estén saturados de viviendas como las mencionadas del país carioca. Son, simplemente, en su mayoría, sórdidos tugurios.
No sabemos la cantidad de gente supuestamente hundida en la pobreza que vive en esas viviendas hacia donde sólo se puede entrar a pie. Ni siquiera en bicicleta o a caballo es posible circular en las callejuelas que parecen rústicos caminamientos.
En esos lugares, que eran considerados inhóspitos, se hacinan en las chabolas miles de familias inmersas en la miseria. ¡Viven, francamente, en condiciones infrahumanas!
Por supuesto, hay individuos audaces que aun teniendo casas en el área urbanizada de la metrópoli, se han hecho a la brava de lotecillos en las fauces de los abismos de referencia, donde dan en alquiler viviendas que parecen cajetillas de fósforos similares a las que se ven a lo largo del trayecto comprendido del aeropuerto internacional Narita hacia la portentosa ciudad de Tokio, Japón.
Debería detenerse, en plena tarde ya, el tremendo desbordamiento de nuestra urbe capitalina. Indudablemente hay necesidad -y urgente- de fomentar a lo grande, a lo que exige la vida en nuestros brumosos tiempos, la construcción de viviendas para la pobrería en sitios adecuados, no peligrosos, de todo el ámbito nacional.
Es una realidad de realidades que virtualmente todos o casi todos los centros urbanos de la república -y aún muchos de las áreas rurales- están densamente poblados, y ese fenómeno demográfico sigue de frente sin que se adopten medidas eficaces de parte de los alcaldes y demás autoridades.
El Salvador, que tiene una pequeña extensión territorial, más o menos como la de nuestro Petén, es objeto de atención de las municipalidades, en particular, con el fin de que no haya mayores problemas para sus habitantes. Habría que hacer las observaciones pertinentes en el terreno de las realidades del país hermano, Podrían aprovecharse los resultados de tal actividad a lo largo y a lo ancho de nuestro suelo patrio.
El actual alcalde municipal de Guatemala, don Álvaro Arzú, ha dado muestras de que es un gran emprendedor hasta lo culminante de los trabajos, por lo que habría que instarlo a que con su equipo técnico, ad hoc, vele constantemente por el mejoramiento de los diversos aspectos de la capital y del resto de la jurisdicción municipal que comprende su “gobiernito”.
La República de China, con asiento en la bella isla de Taiwán, constituye un ejemplo en lo que respecta a la obra de superación material, social e integral. Es un país de un escaso territorio comparable al de Costa Rica o al de El Salvador o al de nuestro Petén, pero para resolver el problema de reducido espacio, en Taipei y en todas las demás ciudades, crecen verticalmente las edificaciones; es decir, los rascacielos que se alzan a no pocos metros de la superficie terrestre, no como los “rascasuelos” de aquí. Lo vimos hace algún tiempo y, al presente, se estará erizando por todos lados, con dichas moles, el pequeño estado del sudeste asiático poblado por más de 23 millones de habitantes.
En nuestro solar centroamericano –Guatemala– debe aprovecharse todo lo que es positivo, de real o efectivo progreso, que admirablemente se hace en otras partes del mundo.