«í‰rase un niño que se lanzaba a la aventura todos los días. En el primer objeto que miraba y aceptaba con asombro, piedad, amor o temor, en ese objeto se convertía.
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Y ese objeto hacía parte de él durante el día o una parte del día…
O durante muchos años o largos ciclos de años» – Walt Whitman.
Existen muchas expresiones de asombro, éstas van ligadas a nuestro sentimiento de sorpresa, admiración, respeto por observar y sentir las maravillas que el mundo nos ofrece. ¿Cuántos de nosotras/os observamos el cielo y con qué frecuencia lo hacemos?, ¿nos extasiamos con una puesta de Sol, con la vista de los celajes, de nuestros volcanes?, ¿Cuántos de nosotras/os podemos ver lo extraordinario de lo ordinario? En esto consiste la capacidad de asombro y el placer que la misma nos otorga.
En ella el ser humano observa la realidad el mundo que le rodea con la calidad de todos sus detalles. Al ver, escuchar, oler, sentir, compartir, palpar, en fin utilizar todos nuestros sentidos, estos se agudizan y logran ver a través del alma lo maravilloso de las cosas ordinarias.
Nuestra visión es parecida a la de la niñez, en búsqueda del reconocimiento del mundo y podemos ser capaces de disfrutar de las cosas simples de la vida. Con las cuales en muchas ocasiones sentimos consternación y perplejidad; ante lo imperioso de lo bello y significativo de lo que tenemos enfrente nuestro.
Esta capacidad de inclinarnos ante aquello que nos sobrepasa y de extasiarnos ante lo natural y lo sobrenatural, es una condición necesaria para vivir una vida más plena he intensa. Nos mantenemos despiertos por la misma, por lo contrario; pasaríamos en la vida como autómatas e indiferentes al mundo. Los individuos que ejercitan su capacidad de asombro mantienen el interés por muchas cosas y se sorprenden, entusiasman ante lo nuevo, lo bello, lo desconocido. Encuentran la magia de la vida y se admiran de ella.
La capacidad de asombro es importante a nivel emocional y mental. En el plano emocional nos permite trascender de nosotras/os mismos, escapar de la abulia, apatía, aburrimiento, la alienación y el pesimismo. Nos da esperanza y sentido en la vida y en el amor, convirtiéndose en una eterna fuente de gratitud por lo que la vida nos da sin costo alguno.
En el plano intelectual, nuestra mente se amplia, nos permite imaginar, soñar, descubrir y ser creativos.
El asombro está ligado armoniosamente con la humildad. Impide al ser humano pararse sobre un pedestal de soberbia porque reconoce que esto lo lleva a la soledad, al aislamiento y a la petrificación de sus emociones. Con esta última acción existe el reconocimiento de que se está haciendo un monumento de sí mismo, pero no existe la posibilidad de crecimiento personal y alegría del mismo.
En la actualidad la humanidad ha alcanzado gran bienestar, la gente tiene acceso a más cosas y posibilidades, pero, la sensación de felicidad no aumenta sino que encontramos un aumento de la frustración. ¿Será que nos encontramos perdiendo nuestra capacidad de asombrarnos?
Existe el señalamiento que a nivel cultural la humanidad ha ido perdiendo su capacidad de asombro. No son pocos los que señalan como causa de este fenómeno a la actitud pragmática y hostil que se ha asumido frente a la naturaleza.
Para recuperar la capacidad de asombro tendremos que fortalecer las capacidades afectivas y valorativas ante la vida, la sensibilidad, el interés por la conservación y cuidado del medio ambiente, el respeto por cada ser vivo y por la creación en general y aprender a vivir con la diversidad cultural con parámetros de tolerancia y esforzarnos por actuar con amor, buscando el bienestar común.