La camisa de fuerza de los cien dí­as


El tiempo es muy relativo y cuando se piensa en cien dí­as pueden parecer un perí­odo demasiado largo para ciertas cosas y extremadamente corto para otras. Pero el gobierno del presidente Colom dispuso ponerse como camisa de fuerza un plan de cien dí­as para demostrar de lo que era capaz y el resultado puede terminar siendo poco alentador porque, como dijeron ayer los ministros de Gobernación y Defensa, no hay recursos suficientes para ejecutar todo lo que se habí­a propuesto. En realidad, no puede haber un plan digno de tal nombre que no contemple la realidad financiera para su ejecución y por lo visto no se tomó en cuenta la situación fiscal para elaborar el listado de proyectos que se querí­an ejecutar en el inicio del régimen.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Es un hecho incuestionable que lo que los gobiernos no pueden hacer en los primeros dí­as de su gestión, cuando gozan del enorme beneficio de la duda y mayor popularidad, no será ejecutado posteriormente cuando la madeja de siempre se encarga de ir tejiendo la telaraña para evitar sobresaltos. Hay que reconocer que así­ como los gobiernos al asumir tienen una serie de intenciones para transformar al paí­s, los que se benefician del sistema tienen también a su alcance una serie enorme de mecanismos para defender el status, para impedir cambios que puedan reducir sus privilegios y beneficios.

Pero cien dí­as es, de todos modos, un perí­odo demasiado corto para presentar logros, sobre todo cuando se tiene un gobierno improvisado que no es producto del trabajo que durante años ha realizado un equipo polí­tico integrado alrededor de un proyecto ideológico, sino que es amalgama de intereses y del pago de facturas de campaña. No es lo mismo, por ejemplo, que un partido socialdemócrata como el PSOE en España asumiera el poder de manera inesperada como tras el vuelco de la opinión pública tras los atentados del 11 de Marzo, a que lo haga un partido que se dice socialdemócrata en el que hay que realizar un seminario antes de la toma de posesión para explicar a los nuevos funcionarios qué significado tiene esa tendencia ideológica. En el PSOE todos los ministros tienen años de estar militando y compartiendo una visión no sólo del paí­s que quieren sino de la forma en que lo pueden lograr.

Obviamente cien dí­as para un equipo así­ bastan y sobran para que se noten diferencias muy grandes en cuanto al estilo de gobernar y en cuanto a las medidas impulsadas por el Estado. Pero si un gobierno tiene buena parte de improvisación y muchos de sus funcionarios no son gente de Estado ni han tenido larga militancia polí­tica, es natural que tengan no sólo que aprender cómo se hace gobierno, sino adivinar cuáles son en realidad las intenciones del gobernante, cuáles de las promesas de campaña eran para ganar votos y cuáles eran los verdaderos compromisos para ejecutar en el poder.

Nunca antes sectores de oposición habí­an dispuesto contar las costillas a un nuevo gobierno respecto a sus compromisos al cumplirse un plazo como el de estos cien dí­as, pero los diputados del Partido Patriota están iniciando un ejercicio interesante de fiscalización. Y al evaluar despacho por despacho los compromisos del plan y las ejecuciones materiales, se podrá ver cuánto ha logrado avanzar el nuevo gobierno. Para el presidente Colom puede ser, además de un momento difí­cil por lo que se pueda descubrir, la oportunidad de que mediante una auditorí­a externa se evalúe el trabajo de su equipo y de esa manera pueda hacer ajustes para darle nuevo impulso a su gestión. Si aprovecha la coyuntura, del limón de la evaluación podrá hacer una buena limonada, eso sí­, sin andarse fijando plazos que al final son una camisa de fuerza.