Ha sido una buena noticia encontrar que la más reciente encuesta de Prensa Libre señala que Otto Pérez, en esta fase crítica de la campaña, ha perdido 5.0 puntos de intención de voto. Cuando soñaba que podría ganar en primera vuelta, ahora ha caído a un 37.6% de aceptación. La encuesta indica también que Rigoberta Menchú, la única candidata indígena y progresista, mostró un 35% de crecimiento. Parece lógico que en el tiempo que queda para las elecciones, la caída de Pérez sea más profunda y el repunte de Rigoberta llegue más lejos.
En la caída de Pérez intervienen varios factores. Por un lado, los fondos millonarios que maneja, que ya superaron el techo impuesto por el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Aunque éste no hará nada, al igual que con las vallas patriotas que fueron pegadas por todo el país más de dos años antes de convocarse a elecciones, la población empieza a cuestionarse de dónde llega tanto dinero. No pocos plantean que si es de los ricos criollos, se lo van a cobrar del erario nacional; si es de Estados Unidos, se seguirá comprometiendo la soberanía nacional (¿tropas gringas en Guatemala?); y peor sería que el dinero viniese del “crimen organizadoâ€. La abundancia de dinero no augura buenos resultados.
Un segundo factor es la campaña misma. Se han producido ausencias por arrogancia, por menosprecio o por no tener respuestas a las múltiples preguntas. Fue muy cuestionable la falta de postura ante el asesinato de Facundo Cabral y no dice nada ante la profundización de la crisis social y económica. No explica su “mano dura†–qué hará, cómo lo hará y si respetará o no los derechos humanos– dejando que la gente se imagine los límites, o falta de ellos, en materia de seguridad. El factor principal, sin embargo, es su incapacidad de dar respuesta coherente a los señalamientos de haber participado en la campaña de genocidio y tierra arrasada durante el conflicto armado; la eliminación de personas desde la jefatura de la G2/D2; y el encubrimiento del asesinato del obispo Gerardi.
Su entrevista reciente sobre genocidio, no solamente lo tipifica como ignorante en materia de derecho humanitario internacional, sino contrario a la Comisión de Esclarecimiento Histórico. El genocidio en Guatemala no hay que demostrarlo; fue debidamente confirmado, si bien los juicios apenas empiezan a caminar. Dice Pérez que las matanzas y masacres realizadas no fueron genocidio, porque el Ejército estaba atacando a la población por ser del EGP (incluidos ancianos, mujeres, niños y niñas, bebés y fetos) y no por ser indígena. Admite así crímenes de guerra –que los Convenios de Ginebra prohíben a todo Ejército– que lo hacen vulnerable a ser capturado en cualquier país en donde haya justicia y se respete el derecho humanitario. Mucha gente empieza a darse cuenta de que tener como presidente a una persona que puede ser capturada en el extranjero, que cerrará las posibilidades de la cooperación internacional y que hará que la comunidad internacional le niegue un sitio a Guatemala en el Consejo de Seguridad son costos muy altos. Es previsible que la caída se acentúe más. Otto Pérez sería el candidato ideal para Bush; pero no para Obama, quien necesita respaldar figuras presentables. En la comunidad internacional los derechos humanos son hoy determinantes.