Una flamante coupé deportiva se detiene en el frente de la Bodeguita del Medio de Miami y un hombre moreno entrega las llaves del auto al encargado del estacionamiento antes de entrar y eligir entre dos larguísimas vitrinas llenas de habanos un «Padrón» nicaragí¼ense.
«Los habanos cubanos están prohibidos en Estados Unidos», recuerda ya acomodado en la barra mientras mira el menú de platos típicos de la cocina de Cuba.
La Bodeguita del Medio de Miami es totalmente distinta a la famosa de La Habana, mundialmente reconocida por escritores y artistas que hicieron de ella el lugar preferido para el encuentro y de sus «mojitos» un objeto de culto.
La versión de Miami es moderna. En la noche un equipo de luces intenta ponerla a tono con la ciudad, y su fachada cambia de color del azul al rojo, del verde al violeta y plateado.
Aún antes de encontrarse adentro con «25 versiones distintas de mojitos», queda en claro que no hay ninguna intensión de emular a la original Bodeguita de La Habana Vieja, plagada de recuerdos y vivencias incrustadas en sus rasgados muros interiores.
«Aquí no tenemos mensajes pegados en las paredes, ni grafittis, pero estoy pensando destinar un sector para eso. Quien quiera poner la firma allí tendrá que pagar 500 dólares», explica Joseph Maya, dueño de la Bodeguita miamense.
Maya, un hijo de exiliados cubanos nacido en Boston, compró los derechos del nombre a un empresario de California, para usar la marca La Bodeguita del Medio en el estado de Florida (sur).
Además de Estados Unidos, en otros países también existen restaurantes que utilizan la marca cubana: en México, Colombia, Venezuela, Alemania, Inglaterra y Francia.
En Miami, la Bodeguita tiene un pequeño salón Vip y es elegida por dirigentes del exilio y empresarios de una poderosa comunidad cubano-estadounidense.
«La compra de la marca fue una operación costosa que no puedo revelar», se disculpa Maya. Pero luego cuenta que ya lleva invertidos «unos 10 millones de dólares» en el restaurante.
Resaltan los vitrales diseñados por el artista argentino Francisco Da Silva, los pisos estilo colonial de cerámica tradicional cubana, y una mezcla extraña de arañas de cristal entre enormes palmeras colocadas dentro del salón. Por todos lados fotos clásicas de La Habana y al fondo un escenario.
«Aquí no va a venir ningún cantante cubano que defienda la revolución. Eso sería una ofensa y una falta de respeto a los cubanos de Miami, y no va a ocurrir», aclara Maya cuando se le pregunta si le gustaría invitar a artistas que están en la isla.
En la Bodeguita del Medio, en Cuba, solía comer el escritor estadounidense Ernest Hemingway (1899-1961), el poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989) y el chileno Pablo Neruda (1904-1973), entre muchas otras figuras internacionales que hicieron del lugar su rincón preferido en La Habana Vieja.
De aquel lugar, además del nombre, Maya logró traerse un antiguo vínculo de sangre.
Hoy tiene como mano derecha en el manejo del negocio a Hector Martínez, un exiliado cubano de 77 años y sobrino de Angel Martínez, fundador de «La Bodeguita» en La Habana.
«Abrimos hace tres meses con un estilo distinto al bar de La Habana. Aquí somos cubano-estadounidenses, más abiertos, y eso se refleja en todo el lugar, y también en la cocina porque ofrecemos platos típicos, pero también internacionales», aclara Maya.
En un sector se venden, a 50 dólares, gorros y remeras con la inscripción «La Bodeguita del Medio», que muchos turistas se llevan de recuerdo de su paso por Miami. «Mi mojito en la Bodeguita, mi Daikiri en el Floridita», una famosa frase atribuida a Hemingway, viene inscripta en algunas de las prendas.