Me había propuesto abstenerme de publicar artículos referentes al cambio climático, en vista de que me he percatado de la indiferencia de mis contados lectores en torno al calentamiento global, si me atengo al número de acotaciones enviadas a la página web de La Hora, como si este grave problema que afecta a toda la humanidad y que repercutirá con mayor énfasis en nuestros descendientes, careciera de la menor importancia y no nos incumbiera en absoluto.
Sin embargo, no puedo sustraerme a mi responsabilidad de ser humano y periodista de opinión, y de ahí que aunque este artículo no despierte la atención que demandan las circunstancias, ya no digamos del ciudadano común y corriente, ni siquiera de las autoridades gubernamentales, legislativas, judiciales y municipales de cualquier rango o jerarquía, incluso de los altos y displicentes funcionarios del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, menos de los dirigentes empresariales, de todas formas me abocaré a un pesimista informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por su siglas en inglés), que constituye una determinante alerta en torno a la significativa reducción de la biodiversidad, especialmente en los países que califica de pobres, que incluye a Guatemala, y sobre un enorme incremento de la huella ecológica de las naciones ricas.
Según un despacho de la agencia IPS, cuyas informaciones no suelen publicar los diarios impresos guatemaltecos, enviado desde Ginebra por la periodista Isolda Hagazzi, el estudio, que llama al mundo a modificar sus patrones de producción y consumo, así como a desarrollar energías renovables, fue presentado previo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, abreviada como Río+20, que se realizará en Brasil del 20 al 22 del presente mes y que, por cierto, no alienta demasiadas expectativas acerca de sus resultados.
En palabras de Jim Leape, director general del WWF, en términos generales la biodiversidad se ha reducido alarmantemente en un 28 % en el planeta desde 1970; aunque en los países de bajos ingresos la pérdida es particularmente más importante, en vista de que llega al 60 %. “El agotamiento de los sistemas naturales está perjudicando más a las naciones que menos lo pueden afrontar”, precisó el experto, es decir, a los países subdesarrollados.
Conforme la investigación, la reducción de la biodiversidad se registra sobre la tierra y sobre el agua, puesto que estamos usando 50 % más recursos que lo que la Tierra puede soportar, de tal manera que hoy vivimos como si tuviéramos un planeta y medio, y si se continúa con esa temible evolución “Para 2050 necesitaremos tres planetas”, utilizando una metáfora nada halagüeña, puesto que el patrón de consumo es insostenible.
El mercado continúa enviando señales equivocadas, porque muchos costos no se incluyen en el sistema de precios, los cuales deberían reflejar la realidad; mientras que los gobiernos deberían eliminar los subsidios a los combustibles fósiles y comprometerse a brindar acceso a energía limpia para todos, y en tal sentido el WWF estima que se debe seguir un camino que la Tierra pueda sostener, así como definir una nueva prosperidad con los recursos del planeta, y de ahí que se requiere de un modelo diferente para el desarrollo futuro.
Una de las soluciones que plantea el estudio consiste en preservar el capital natural, protegiendo los ecosistemas, la tierra y el agua, en cuya tarea todos los habitantes del planeta pueden y deberían contribuir, mediante el uso equitativo y racional de esos recursos, y presionando, por medio de grupos de la sociedad civil, básicamente las organizaciones ambientalistas no gubernamentales, a las propias autoridades del Estado, además de que es necesario el concurso de los empresarios con responsabilidad social.
(El ecologista Romualdo Tishudo pregunta a un empleado del Ministerio de Ambiente: -¿A qué corresponde la fórmula química H2O+CO+CO? El burócrata responde:-Muy sencillo, al agua de coco).