De acuerdo con las autoridades económicas oficiales, principalmente las vinculadas con la banca central “tenemos un país con notable estabilidad macroeconómica”. Un sello de tal estabilidad, a juicio de los tecnócratas, es el crecimiento de las remesas familiares.
En efecto, en el período 2011-2012 tales ingresos, que dicho sea de paso, coadyuvan grandemente a la estabilidad del tipo de cambio, reportaron una tasa de crecimiento del 9.2 por ciento; recuperándose de un bajón observado prin en el año 2009, como producto de la recesión económica estadounidense.
Nuestro modelo económico cambió diametralmente en la década de los noventa, debido, entre otros factores, a una aguda escasez de divisas, que obligó a las autoridades económicas de ese tiempo, a liberalizar las tasas de interés, el tipo de cambio y los precios de importantes productos. Ahora bien, lo fallido han sido las promesas que se vendieron a los cientos de familias guatemaltecas que tuvieron que hacer múltiples sacrificios para que la economía se ajustara a una nueva realidad.
Sin embargo, la cruda situación de vastos contingentes humanos, sobre todo de los jóvenes que año con año se suman, en una cifra cercana a los 250,000, al mercado laboral guatemalteco, nos denota que algo está pasando en la economía y sociedad guatemalteca, que no está funcionando; al menos tal y como las previsiones tecnocráticas y oficiales lo prometían en los años noventa.
La economía se ha liberalizado, se llevaron a cabo las privatizaciones planteadas, diversos grupos familiares están ganando pisto como nunca; sin embargo, síntomas dramáticos de la precarización del mercado laboral son noticia en los medios, con sucesos como los que acontecen con la explotación de nuestros connacionales y de los centroamericanos en territorio mexicano, que es un territorio colmado de peligros, corrupción rampante y desprecio por los más elementales derechos para los “extranjeros”.
De acuerdo con declaraciones vertidas por la abogada Alejandra Gordillo, secretaria ejecutiva del Consejo Nacional de Atención al Migrante, nuestros connacionales son obligados a pagar 200 dólares, por las pandillas de Arriaga, en México, para comenzar el trayecto en el tren de carga, conocido como ‘La Bestia’, con la mira hacia el Norte estadounidense.
Hace algunos días este tren se descarriló en el Estado de Tabasco, siendo que según datos de la cancillería guatemalteca, son cuatro los guatemaltecos dañados en el accidente.
Algunas de las víctimas más dañadas fueron quienes incluso se amarran al tren, con el objetivo de no caer a la deriva en el trayecto, en virtud de que se trata de un viaje con grandes riesgos en el lomo del mismo, o bien en las escaleras, ante el “consentimiento” de las autoridades y funcionarios ferroviarios mexicanos, que muy bien saben, al igual que las autoridades federales y estatales de nuestro vecino, todo lo que allí acontece.
La tragedia de ‘La Bestia’, a mi juicio, es también la tragedia de la parte norte de Centroamérica: de guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, a quienes se les ofreció un esfuerzo de ajuste económico, cuyo legado es la diáspora de miles de jóvenes, buscando las oportunidades que su país, ni por asomo les ofrece. Es por lo tanto, un tema de alta responsabilidad de política económica, social y laboral, y que incumbe a las carteras de Economía, Trabajo y Cancillería.