He leído y escuchado un poco de todo sobre la próxima beatificación de Juan Pablo II el primero de mayo del año en curso, desde que no lo merece por su presunta complicidad y silencio en el caso de los abusos infantiles, el apoyo y devoción que le prestó a Marcial Maciel, su actitud ultraconservador y perseguidora de los teólogos de vanguardia y su inmovilismo frente al Concilio Vaticano II, hasta que fue un hombre íntegro, virtuoso, manso, humilde y, por lo tanto, un santo que merece «súbitamente» la gloria de los altares.
Sin embargo, el otro día leí una crítica que me llamó la atención y comparto con los lectores para que cada uno haga su balance y se forme un criterio frente a la avalancha de escritos presentados por la prensa nacional e internacional.  Se trata de una entrevista que le hizo el diario Le Monde a Etienne Fouilloux, presuntamente experto en historia de la Iglesia, y conocedor de los entretelones de la política vaticana.
El evento para Fouilloux es absolutamente político.  A Benedicto XVI, insinúa el historiador, no le interesa tanto la santidad de su predecesor, Juan Pablo II, como darle brío al papado, renovarlo, ofrecer un aire de infalibilidad y recobrar la autoridad medieval que tenían los Papas en su momento.  Es desde ésta óptica, según él, que se debe leer el acontecimiento.
«Que esta institución exalte a casi todos los que la han dirigido desde hace 150 años constituye a mis ojos una forma de autojustificación del papado.  Estos procesos sirven, en efecto, para solidificar la institución, mostrar que tienen la razón no obstante las críticas y que los hombres que la dirigen son personalidades excepcionales».
Cuando le preguntan sobre el origen de esa «política» de exaltación al papado, responde que el fenómeno es relativamente nuevo, básicamente en el siglo XX.  Antes de esto, el último Papa beatificado fue Pío V en el siglo XVII, Papa de la Contra Reforma.  Por otro lado, agrega, de los diez últimos papas sólo tres, León XIII, Benedicto XV y Pío XI, no disfrutaron de la gloria de Bernini.  Esto debido al carácter complicado de sus pontificados.  «Todos los demás, fueron beneficiados, incluido Juan Pablo I, de pontificado muy breve; algunos están ya canonizados -Pío X en 1954-  o beatificados, pío IX y Juan XXIII en 2000.
«La beatificación de Juan Pablo II se inscribe dentro del movimiento conciliar.  La Iglesia afirma que se beatifica a un hombre y no su política, que las virtudes heroicas ponen de relieve la dimensión espiritual del futuro santo, pero la distinción es difícil de establecer para un Papa.  Los grupos de presión que proponen la causa impulsan de hecho una concepción de Iglesia».
Es evidente que la beatificación de Juan Pablo II tienen sus adversarios como sus seguidores.  Más allá de las críticas, la grey parece unida en celebrar las virtudes del Papa mediático.  Cada uno puede tomar su posición al respecto.