La batalla por Guatemala


No es ni por asomo el cambio estructural que se cortó en plena primavera democrática en los cincuentas del siglo pasado, cuando ocurrió el truncamiento de un proyecto de capitalismo moderno por la o tozudez del pensamiento fundamentalista conservador de la derecha de estirpe oligárquico, que avistó comunismo en el proyecto de Arbenz y de Arévalo, condenando al paí­s entero a un invierno de infamia, absolutismo y arbitrariedad. Lo que se ha venido gestando en los últimos 15 años, al parecer tendrá un punto de inflexión muy pronto, quizá coincidente con el año electoral que asoma. La firma de la paz como gesto de victoria de la derecha, marcó el inicio de esa fase que implicaba la extensión del capital oligarca, por todos los rincones del paí­s donde hubiere algo que expoliar. Para ese momento ya la diversificación avanzaba hacia la dimensión financiera; más tarde empezarí­an los negocios hacia la explotación de los recursos naturales como energí­a, petróleo y minerí­a como los más recientes. Ese es el comportamiento cuando se desborda la ambición desde una visión cuasi feudal, nada es suficiente, luego surgirí­a el falso éxito de la extensión del negocio más allá de las fronteras, fue el caso del señor del pollo que empezarí­a a vender su producto por todo el mundo. Dicho sea de paso, ese comportamiento es similar al de transnacionales de otros paí­ses que aspiraron la dimensión planetaria del negocio, contradiciendo su propias reglas y doctrinas liberales, incumpliendo en lo nacional los deberes básicos.

Julio Donis

Algo está saliendo mal en los planes de la derecha oligarca, la contradicción asoma por la grieta de su propia ceguera polí­tica y los planes por la conquista de los últimos negocios y territorios en el paí­s se están complicando; esto se puede identificar en el comportamiento de sus lí­deres, y en el mensaje que emiten sus principales cámaras sobre la agenda pública. En el primer caso, ya se ve el regreso de viejas figuras del más rancio abolengo polí­tico que se ilusionan con el retorno, para «salvar» lo que encomendaron a una generación de sus mismos pares, a la que se le está yendo el negocio de las manos. Otros, han optado por la huida autoexiliada porque sienten que el peso de la ley acabará por alcanzarlos, y a otros les cayó encima. En el segundo caso, la posición de la derecha especialmente marcada por los posicionamientos de sus cámaras, pero también por algunos de sus partidos que juegan de operadores, es evidentemente un mensaje que contrasta y que implica lo antes descrito, para tal efecto se muestran algunos ejemplos; tal es el caso de su defensa por la pena de muerte; el discurso ambiguo en relación a una reforma fiscal; o ante la incomodidad de los hallazgos de la CICIG la demanda del control polí­tico a las acciones de esta entidad; y su oferta sobre una polí­tica de seguridad en la que evidentemente subyace la limpieza social como método.

La derecha oligarca no contaba con la limitante de haber impulsado un proyecto polí­tico empresarial que no consideró la construcción de un andamiaje democrático institucional que entre otros, desarrollara un sistema de justicia fuerte o una polí­tica pública social que proveyera salud y educación universal como pilares para impulsar un mercado fuerte, ya no digamos un colectivo socialmente humanizado. Esos vací­os que expone el Estado guatemalteco son los agujeros que anidaron el crecimiento de otro tipo de negocios de oscura reputación y que terminaron haciendo transacción en complicidad con el capital tradicional. En ese contexto es que se avecina una batalla por Guatemala, en la que viejo capital y ágiles emergentes se enfrentarán en una gesta por el dominio final. Es por eso que se verán varios candidatos en aparente fragmentación de ese lado del espectro ideológico, he ahí­ la clave para la comprensión de un proyecto herido.