La basura no se tira


En Guatemala, la práctica y conocimiento del reciclaje es cada vez mayor, prueba de ello es la conciencia y creatividad que se ha dado en la aldea Jaibalito del municipio de Santa Cruz la Laguna, en Sololá.

Materiales desechables que arruinan la vista del Lago de Atitlán son aprovechados por pobladoras para tejer y ganar dinero.

Fernando Pinetta
lahora@lahora.com.gt

En Guatemala, la práctica y conocimiento del reciclaje es cada vez mayor, prueba de ello es la conciencia (sinónimo) y creatividad que se ha dado en la aldea Jaibalito del municipio de Santa Cruz la Laguna, en Sololá, donde más de 260 mujeres del lugar han aprendido a combinar el tejido, el arte y los colores con la basura que las personas tiran alrededor del lago para crear artí­culos útiles y artesanales para las mujeres y así­ alcanzar un mejor nivel de vida.

Este tipo de arte y conciencia de reciclaje llegó a Sololá gracias a la artista belga Nathalie Verwilghen, quien radica en Guatemala desde hace cuatro años y que en la búsqueda de un lugar diferente para vivir, viajando por toda Centroamérica, encontró en el paí­s, un lugar que le ofreció el clima buscado, un lago, una cultura distinta y extranjeros con quienes compartir.

De acuerdo con Nathalie, «le choca ver cómo en Guatemala no cuidan el lago y tiran la basura a la orilla del mismo, el cual me gusta mucho», por ello, buscó alternativas para hacer algo por el pueblo en ese sentido. De esta cuenta, el mexicano Juan de Jesús Villatoro y la alemana Susana Heisse, le sugirieron crear productos con los empaques de ricitos que los pobladores tiran alrededor del lago.

«Visión del reciclaje»

Aunque para el ingeniero José Herrera de Empresarios Juveniles de Guatemala, «el reciclaje es utilizar nuevamente los materiales y empaques que consumimos en el consumo diario», mientras que para Nathalie es «usar algo que no tiene más uso, y encontrarle vida empleándolo para hacer algo diferente», la ideologí­a de ella radica en «buscar vida en donde se ha acabado y de alguna manera resucitarlo para hacer de algo feo y mal oliente, una cosa bonita», agrega Nathalie.

«Servicio al ataque»

Tratando de resucitar algo muerto, ayudar al pueblo, enseñarles a las mujeres del lugar a reciclar y llevar una vida mejor, alquiló una casa para dar talleres de reciclaje, higiene y para cuestiones médicas, es decir, le prestó el lugar a un amigo doctor para que las personas del lugar tengan oportunidades de vacunarse o tener citas médicas gratuitas.

Verwilghen inició las capacitaciones con 60 mujeres de Jaibalito, lugar en el que reside y en donde logró encontrar lo que ella llamarí­a un lugar pequeño, no caro y en donde no exista contaminación de humo. Y fue desde ese pequeño lugar según ella, en donde «la respuesta de la gente y de la prensa guatemalteca ha sido muy positiva porque quieren apoyar algo que ayuda a todos por igual».

«El proceso de la creatividad»

La técnica que utiliza Nathalie consiste en que las mujeres recogen las bolsas de las boquitas, las lavan, cortan, doblan y las unen con hilo, haciendo filas de diferentes medidas, para luego vendérselas a ella y llevarlas a un taller en Panajachel para hacer de las tiras productos como bolsas para celular, carteras, billeteras, cinchos, aretes, sombreros y pulseras. Se debe tomar en cuenta que las mujeres que participan en dicho proceso, deben asistir a talleres para perfeccionarse y conocer más sobre la importancia del reciclaje y el proceso del mismo, así­ como también asistir a las jornadas médicas. A estos productos se les puso el nombre de waste weavers, que significa tejedor de basura.

El tiempo que ellas llevan para crear una tira de un metro es de por lo menos 45 minutos y la paga de 5 a 7 quetzales por tira, dependiendo la práctica de las mujeres para hacerlo y la perfección con la que lo hagan, tomando en cuenta que pueden llegar a ganar aún más.

Cuando el producto está finalizado la belga los vende a la orilla del lago, en hoteles y tiendas, trabajando en los dos últimos con depósito y por otro lado, exportando a Nueva York.

Ella les compra a las mujeres aproximadamente Q. 2,000.00 de tiras a la semana, cada una de ellas lleva un promedio de 25 bolsitas para que llegue a medir un metro y así­ poder ayudar al medio ambiente, al lago y a las comunidades cercanas para que poco a poco se vaya promoviendo la idea y la conciencia del reciclaje para una vida mejor.

«Las manos que laboran»

Las mujeres que trabajan con Nathalie no hablan mucho español, casi todas son madres de familia, por ende son amas de casa, pero también trabajan cortando café o cargando piedras y este arte y reciclaje es otra alternativa para mejorar el nivel de vida de sus familias y por otro lado cambiar la vista de las calles.

Ella tiene pensado iniciar las capacitaciones con las mujeres de San Lucas Tolimán porque muchas de las mujeres que han estado con ella se están yendo a trabajar en un negocio propio gracias a lo que les ha enseñado. Y al mismo tiempo pueda continuar estudiando otros productos desechables que al igual que a las bolsitas, les pueda dar vida.

Actualmente Verwilghen no cuenta con ningún manual o guí­a para reciclar, la única que cuenta con ello es Heisse quien tiene su institución de reciclaje llamado «Pura vida, pero este es con relación a las botellas de plástico. Según Nathalie, «tiene pensado hacer un manual más especí­fico, pero sobre todo artí­stico para los niños, para que aprendan a hacer cosas artí­sticas con la basura».

La basura no se tira, se aprovecha para demostrar que con un poco de imaginación, arte, una personalidad motivadora y amor a la patria se pueden hacer grandes cosas para conservar y cuidar a Guatemala, y si alguien teje entre lí­neas con bolsitas de ricitos, que se puede hacer como población para seguir la cadena de ayuda.