Cuando los estadounidenses cantan su himno enaltecen a su país, obvio, pero además repasan una hazaña histórica. Es un ritual de repetición que recuerda las preguntas que siempre se hacen a los niños judíos en la celebración del Shabat; son siempre las mismas preguntas y siempre las mismas respuestas que perpetúan pasajes de su travesía por el desierto de Sinaí. Es una historia que se renueva cada vez que se repite.
Regresando al himno, la letra se inspira en un lance de la Guerra de 1812 que se conoce como la guerra Anglo-Americana cuyas causas nunca estuvieron claras pero que cada parte imputó al adversario: Los estadounidenses reclamaban contra los abusos que cometían los navíos británicos que reclutaban a sus marinos a la fuerza (para la guerra napoleónica); querían asimismo asegurar que los británicos no intentaran reconquistar territorio norteamericano. Por su parte un gran sector de los ingleses todavía resentía la pérdida de las colonias y, en todo caso, querían consolidar el dominio de los territorios que aún les quedaban ubicados al norte y en lo que hoy es Canadá, que seguían siendo británicas. Hacia el oeste de las colonias libres había territorio, mucho territorio, que aún era “salvaje”, esto es, en manos de organizaciones políticas indígenas (llamados genéricamente Pieles Rojas). Los norteamericanos estaban consolidando y expandiendo la joven República e imputaban a los ingleses que armaban e incitaban las rebeliones de tribus nativas. Otros historiadores sugieren que los americanos querían apropiarse de las citadas colonias británicas (no así de las francesas, sus antiguos aliados). Adicionalmente Inglaterra “reina de los mares”, por la referida guerra impuso severas restricciones a la navegación en el Atlántico, con bloqueos, requisiciones y acciones similares que irrespetaban la bandera americana y que afectaba al comercio estadounidense. En todo caso la declaratoria de guerra (primera que hizo su Congreso) la hizo Estados Unidos, a solicitud del presidente Madison, en junio de 1812.
No hubo grandes batallas durante los primeros meses y los americanos incursionaron en territorio británico, tomaron y saquearon Toronto (entonces llamada York); pero cuando los aliados vencieron a Napoleón y lo exilaron en la supuestamente segura isla de Elba, los británicos arreciaron sus ataques. En agosto de 1814 saquearon Washington y destruyeron el Capitolio y la Casa Blanca. El avance inglés siguió imparable y todo indicaba que con la toma de Baltimore terminaría la resistencia de los yankees. Por eso desde el 10 de septiembre se adentraron por la bahía de Chesapeake y se posicionaron frente al fuerte McHenry, última defensa de la ciudad. La noche del 14 empezó un bombardeo como nunca se había visto. A manera de provocación el comandante del fuerte pidió se izara una bandera grande para que la pudieran ver desde los barcos. Fue una noche de fuegos, tormenta en el cielo y bombas desde la bahía. Las primeras luces del alba darían el veredicto: si la bandera seguí en pie el ataque británico había fracasado.
Un emocionado Francis Scott Key, abogado, escribió un precioso verso, utilizando la idea de la luz pregunta si con los primeros albores del alba se puede ver si está en pie la bandera que con tanto orgullo se izó con los últimos destellos del ocaso. ¡Estaba en pie!
Notas. La batalla más cruenta, la de New Orleans, se libró cuando ya se había firmado la paz (falta de comunicación). El presidente Madison medía 1.63 metros. Cuando salieron de Washington se llevaron el acta de declaración de independencia en una bolsa. Destacaron las figuras de James Monroe y Andrew Jackson.
PS. Felicitaciones este 4 de julio a los familiares y amigos, ciudadanos de esa gran nación.