Cuando la divisé por primera vez ondeando al viento sus pliegues sobre el Palacio verde supuse que el presidente de Nicaragua estaba en Guatemala ¡Qué despistado con las noticias! Era claramente la divisa de Nicaragua -con todo y su escudo en el medio– a la par de la insignia de Guatemala (y de la otra divisa multicolor de la que otro día hablaremos). Bonito gesto integracionista. Pero no, no era la bandera del hermano país, ni Ortega estaba en Guatemala. Era la bandera de Centroamérica. ¿De Centroamérica? Como que sigo despistado. No tenía conocimiento de ninguna bandera regional, ni de que haya habido alguna convención o tratado centroamericano donde se aprobara una bandera común y con esos colores en particular.
Por otra parte tampoco la he visto desplegada como tal en otros países del área. Siempre he sostenido que la idea de tener una bandera de la Patria Grande es muy buena y en ese contexto una divisa significaría un gran avance. Sería una forma de identificarnos como una misma comunidad histórica y una futura comunidad política. Fomentaría ese sentimiento común y por otro lado mediría, a manera de sondeo, el interés de los ciudadanos por cristalizar esa ansiada unión. ¡Qué orgullo de sentirnos centroamericanos! ¡Qué satisfacción poder izar una bandera común! (Aunque aquí no somos muy dados a colocar banderas como en Estados Unidos o en México). La comunidad europea definió su bandera, azul con estrellas amarillas en forma circular en el centro, aun antes de formalizar la Unión Europea. Conforme el evolutivo mapa político de Europa, en las diferentes comunidades ondean por lo general tres insignias: la del respectivo Estado (amarillo y rojo en el caso de España; azul, blanco y rojo en la France; blanco y rojo en Polska; rojo, blanco y verde en la Italia, etc.), luego la bandera de la región autónoma (verde blanco y verde en El Andaluz; rojo y amarillo en Catalunya; verde, negro y blanco en país Vasco, etc.) y por último, como cerrando el cuadro, la de la Unión Europea. Regresando a la «bandera de Centroamérica» tiene de positivo que reproduce el diseño mayoritario de los países del área; en efecto El Salvador, Honduras y Nicaragua tienen dos bandas de color en los extremos de manera horizontal, solamente la de Guatemala se acomoda de forma vertical. También recoge casi el mismo color, también mayoritario, de azul oscuro.
Aunque varían ligeramente según definiciones técnicas de la nomenclatura internacional sobre colores, las de El Salvador y Nicaragua tienen prácticamente el mismo tono azul profundo, Honduras es ligeramente más clara pero también azul oscuro. La de Guatemala era igualmente azul oscuro pero hace unas décadas se modificó al tono celeste que ahora tiene («es tu enseña pedazo de cielo»). O sea, todas las banderas centroamericanas comparten (y compartían) ese añil, que podríamos calificar de «azul centroamericano». Hasta el azul, que acompaña a las bandas rojas, de la de Costa Rica tiene esa misma tonalidad de azul oscuro. Claro, la de este último país hermano es la única que tiene franjas de otro color, rojo. Por lo tanto para el diseño final de la bandera de Centroamérica deben tomarse en cuenta todos esos elementos. Es una tarea pendiente para los diferentes Estados, para el Parlacen, para la SICA, para la reunión de Presidentes, y ¡claro está! para todos los centroamericanos.