La ayuda de países amigos


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Guatemala es víctima constante de fenómenos naturales que la han dejado devastada. De inmediato la cooperación internacional sale a luz. Los desastres aludidos, no hay duda se encargan de exhibir nuestras desnudeces devenidas de los mismos. La amistad queda visible en momentos de emergencia.

Imposible es guardar silencio frente al insólito caso que la meritoria cooperación de países amigos llega a su destino en forma de cuentagotas, o en el peor de las circunstancias no la reciben nunca los necesitados.

Juan de Dios Rojas


La  reiteración  de tales ilícitos cometidos  es capaz de colocarlos en el ojo  del  huracán.   Actitudes  siniestras de mano  en mano,  unos;  otros  de mano maligna,   astuta,   sin moralidad,  nada les basta por lo  visto,   se llenan el  bolsón de  su  desmedida ambición,   en  desmedro  de los damnificados.
Páginas históricas  revelan claramente el  mal  uso  que se da  del convoy y línea aérea donde procede el  socorro  internacional  al país en desastres tremendos.   En los terremotos a corta distancia de 1917  y 1918 gobernaba el tirano  Manuel  Estrada Cabrera que finalmente fue defenestrado por  el pueblo  en  su residencia privada  de La Palma.
Al  haber  irrumpido  el populacho  encontraron víveres,   ropa y algo más, embodegados con desprecio,   antes de    hacer llegar a miles de damnificados. Fue conducido  a prisión,   siendo  el primer  exmandatario  tras vigilancia permanente,   de  ahí  también partieron sus despojos hacia la ciudad  de Quetzaltenango,  llevados principalmente por  familiares  a la necrópolis altense.
Cuando  el  terremoto  global  del  4 de febrero  de 1976,   ejercía la presidencia de la República el  general  Kjell  Eugenio Laugerud García.  La noticia dio  la vuelta al  mundo  y la respuesta internacional  se hizo llegar  en condición abundante.  La  totalidad poblacional  de los connacionales  tuvo ejemplar  actitud,   a la cabeza el mandatario.
Pero los peros no  faltan,  para variar.  Durante la  Semana Santa del mismo año,  los playas  del  Pacífico,   entre otros  balnearios, veraneantes afortunados dejaron como  saldo:   carpas grandes,  proliferación de envases  de licores,  cerveza y latas de embutidos extranjeros. Festín para cuelludos.
Y para los pobres, verdaderas migajas. Así aconteció con la ropa, frazadas y jabones, para citar algo  que  también dejó  un sabor  amargo  en la boca, inclusive los donantes se informaban. También los pobladores sienten desconfianza y suspicacias. Como vulnerables no descartamos jamás la presencia de fenómenos naturales,  cuya cauda  eriza el cuerpo.