Las declaraciones del presidente electo ílvaro Colom, relacionadas con el futuro de la política monetaria, cambiaria y crediticia del país, han levantado tremenda polvareda porque algunos empiezan a ver que se trata de un intento por limitar la autonomía de la autoridad monetaria. Dijo Colom que espera platicar con la actual Presidenta del Banco de Guatemala para determinar si está interesada en seguir en el puesto y trabajar con una Junta Monetaria que tendrá composición muy diferente por su tendencia socialdemócrata, lo cual algunos consideran ya como una intromisión que no dudan en calificar de peligrosa.
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La verdad es que la política monetaria del país no la establece ni el Banco de Guatemala ni mucho menos su Presidente, sino que es competencia de la Junta Monetaria y obviamente de su composición dependerá en mucho el rumbo que se adopte. La Junta se integra por el Presidente del Banco de Guatemala, por los ministros de Finanzas, Economía y Agricultura, un miembro electo por el Congreso de la República, otro por el CACIF, uno por los bancos privados y uno por el Consejo Superior de la Universidad de San Carlos de Guatemala. La presencia de tres ministros de Estado en la Junta Monetaria es una garantía de que el Ejecutivo siempre tendrá suficiente influencia al definir políticas, puesto que en el peor de los casos esos tres ministros tendrían como contrapeso a los dos miembros nombrados por el sector privado (CACIF y banca), más la posibilidad de que con ellos trabaje el representante del Congreso si es que la oposición tiene control del Legislativo.
La Presidencia del Banco de Guatemala y el miembro nombrado por la Usac serían una especie de fiel de la balanza en esa peculiar composición de la autoridad monetaria. En las actuales circunstancias, es de imaginar un escenario en el que los tres ministros, el representante del Congreso más el de la Usac, conformen un bloque con mayoría para la toma de decisiones frente a los dos delegados del sector privado y la misma Presidenta de la Junta y del Banco de Guatemala que, en teoría, tendría más afinidad con el grupo empresarial.
Por ello es que Colom piensa que la licenciada María Antonieta Del Cid de Bonilla podría sentirse incómoda al tener que presidir un órgano colegiado en el que ella estaría en la minoritaria oposición. Y no deja de tener razón, porque a ella sí le corresponderá ejecutar las políticas que establezca la Junta en materia monetaria, cambiaria y crediticia y para nadie es un gusto tener que ejecutar acciones con las que no está de acuerdo. Pero no tendría otro remedio, salvo que entrara en un conflicto dañino para la autonomía de la autoridad monetaria, al ponerle obstáculos a la implementación de las políticas que apruebe la mayoría.
Siendo, como es, una profesional de la economía con altas credenciales técnicas, uno supondría que la licenciada de Bonilla podría trabajar en cualquier circunstancia porque recuerdo que cuando la eligieron no hablaron de que ella representara determinada tendencia ideológica. Pero dice bien Colom al afirmar que quiere darle la oportunidad de que ella decida para no colocarla en posición que le pueda resultar incómoda al final de cuentas. Obviamente se vienen cambios de fondo en la política económica del país por la influencia socialdemócrata, pero ello será resultado de una decisión libre y soberana del elector.