La Asamblea General de la ONU


Anualmente, a partir de septiembre, se realiza en Nueva York la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas y a la misma asisten delegados de todos los paí­ses miembros que se dan cita en la sede de la ONU para el encuentro anual al que generalmente llegan los jefes de Estado a pronunciar discursos cuya importancia está en relación directa con el peso especí­fico de cada una de las naciones en el concierto mundial. Unos cuantos de los gobernantes hablan de los temas de polí­tica exterior y se ha vuelto recurrente el llamado para que ese órgano multilateral sufra una profunda reingenierí­a para adecuarlo a las necesidades de los tiempos.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Otros gobernantes, en cambio, usan el foro para discursos elaborados para el auditorio de sus propios paí­ses y aburren hasta la náusea a los pobres delegados que por cortesí­a tienen que estar presentes cuando uno de los jefes de Estado ocupa la tribuna. Tal ha sido el caso de Guatemala no sólo en este gobierno del presidente Berger, sino que a lo largo de muchos años y cuando uno repara en el nivel de atención que hay entre los delegados cuando hablan nuestros gobernantes se da cuenta que es mí­nimo el porcentaje de los que realmente están escuchando el discurso. La mayorí­a están allí­ pero ocupados en sus propios asuntos.

Imagí­nese el lector qué jocotes le puede importar a gobernantes y ministros de relaciones exteriores de otros paí­ses como el nuestro, no digamos de las grandes potencias, la enumeración de los logros de cuatro años de gestión del Presidente Berger. Y como entre bomberos no se machucan la manguera, nadie sonrió cuando nuestro mandatario habló de los éxitos en educación, de las maravillas del sistema de salud, de sus logros para reducir los niveles de pobreza o para impulsar el sostenido crecimiento económico. Tampoco nadie se asustó ni sorprendió cuando en un arranque de sinceridad, tuvo que reconocer que la seguridad sí­ es harina de otro costal y que en ese campo sus logros no llegan a ser tan contundentes y maravillosos.

Un diplomático y comedido aplauso fue el colofón de la última presencia del Presidente en la sede de Naciones Unidas. A partir de la próxima temporada de béisbol, el mandatario y su familia tendrán que ir por sus propios medios a presenciar los juegos de pelota en que participen los Yankees porque especialmente para el próximo otoño alguien más estará hablando de sus impresionantes logros ante la comunidad internacional reunida en la sede de las Naciones Unidas. El tono del discurso, casi seguramente, será muy parecido porque otra vez será escrito para el consumo interno, para reproducirlo en Guatemala de manera que sirva como un elemento más de la propaganda oficial.

Ello es lo que ha hecho de la Asamblea General de Naciones Unidas un órgano tan poco importante y lo que genera tanta suspicacia sobre la eficiencia de la organización. La verdad es que el peso especí­fico de la ONU está en el Consejo de Seguridad y en las comisiones especí­ficas que existen para trabajar sobre temas bien definidos en los que hay expertos que se ocupan de ellos. A ellos se suman los fondos que se dedican a impulsar tareas especí­ficas y las otras dependencias donde el discurso es menos pajero y más concreto. Si todos los discursos pronunciados en la Asamblea de la ONU son como el que ayer pronunció nuestro Presidente, el viaje y la permanencia durante tres meses es para los delegados una soberana pérdida de tiempo porque ni la organización ni la Asamblea, no digamos el concierto de naciones, tuvo el menor beneficio como resultado de tan sesuda intervención.