La Arquitectura celebra el año de la Astronomí­a


Observatorio Astronómico de Madrid, perí­odo Neoclásico. Situado en lo alto de un cerro que, en su tiempo, se divisaba al final de la perspectiva del Paseo del Prado, este edificio formaba parte del programa de construcciones culturales y cientí­ficas llevado a cabo por Carlos III. Se empieza en 1790 -reinando ya Carlos IV- y no se termina hasta 1847. Fue realizado por Narciso Pascual y Colomer.

Arq. MA Mauricio Valencia Arriola.

Este 2009, está dedicado a conmemorar a la ciencia astronómica, propuesta presentada por Italia en conmemoración del 400 aniversario del uso del telescopio por Galileo Galilei. A la Asamblea General de la ONU, como una iniciativa de la Unión Astronómica Internacional y la UNESCO, bajo el lema «el universo para que lo descubras».


La cultura egipcia que veneraba al Sol u Osiris y a su hermana Isis, la luna, construyó magní­ficos observatorios y grandes ciudades como Heliópolis.Chichén Itzá también fue una ciudad dedicada a la observación astronómica.

Sin embargo el hombre desde siempre ha visto al cielo, para buscar una esperanza o como resignación a las continuas catástrofes que le acontecen. En su afán de ver, comprender y desentrañar los misterios de los recorridos de las esferas celestes dentro de la bóveda azul del cielo, ha encontrado respuestas a sus inquietudes astrales. Para esto se ha valido de construcciones y sitios de observación que se han ubicado en puntos estratégicos de convergencia con los puntos cardinales o bien, con el movimiento de los planetas que son visibles desde la Tierra. El astro rey Sol, durante el dí­a y la Luna, los planetas y las estrellas durante la noche fueron objeto de su observación. Los movimientos aparentes en torno a nuestro planeta Tierra, los eclipses, los solsticios y los equinoccios han tenido un significado religioso preciso, impregnado en sus comienzos de un profundo misticismo de carácter naturalista.

La cultura egipcia que veneraba al Sol u Osiris y a su hermana Isis, la luna, construyó magní­ficos observatorios y grandes ciudades como Heliópolis. A su vez, los caldeos escudriñaban el movimiento de los astros y la repetición de las estaciones, desde su Torre Dorada de Babilonia. Y aquí­ en América, las culturas precolombinas construyeron grandes edificaciones como las pirámides del Sol y la Luna de la ciudad de los Muertos en Teotihuacán y el observatorio astronómico maya de El Caracol en Chichén Itzá, entre otros. Grandes ciudades mayas estaban ubicadas siguiendo predeterminados puntos astronómicos también.

En el estudio de los astros, se daba una especial importancia a la orientación de las edificaciones respecto a los cuatro puntos cardinales que ejercí­an unas determinadas influencias: positivas para el sur y el este y negativas para los otros dos. En Europa se puede citar a la gran roca de New Grange cerca de Dublí­n (Irlanda), en donde una galerí­a que desemboca en una cámara funeraria se orientó convenientemente para ser iluminada por los primeros rayos solares el dí­a más corto del año. En el estudio de los astros, se daba una especial importancia a la orientación de las edificaciones, en consideración de la relación hombre-cielo y cielo-dios.

Asimismo se encuentra en Salysbury (Reino Unido), un monumento prehistórico de primer orden, el cromlech de Stonehenge, la especial disposición de sus piedras guarda una relación muy estrecha con momentos significativos del recorrido solar, su coincidencia es de tal exactitud que ha sido bautizado con el nombre del «computador neolí­tico». Ya en el siglo II a de C. los soberanos del milenario pueblo chino, organizaron una compleja institución de astrónomos para estudiar los fenómenos celestes, en especial la previsión de los eclipses-considerados signos de grandes desgracias, que convení­a predecir para poder realizar un exorcismo a tiempo.

En la India, existe actualmente uno de los observatorios más bellos y mejor conservados, el de la Ciudad de Jaipur, que se extiende sobre una superficie de cuatro mil metros cuadrados. Esta obra fue iniciada a finales del siglo XVII con un objetivo principal, la determinación, con la mayor fiabilidad posible, de la posición de los astros para poder realizar vaticinios o previsiones astrológicas, en especial previo a la toma de decisiones de gran importancia; como se ha podido demostrar a lo largo de la historia, las ciencias de la Astronomí­a y la Astrologí­a trabajaban conjuntamente.

En Europa de la edad moderna cuando tiene lugar la llamada revolución cientí­fica, se dan los primeros pasos con la publicación de la obra de Nicolás Copérnico: La revoluciones de las esferas celestes, aparecida en 1543, dos meses antes del fallecimiento del autor, que rompió los antiquí­simos moldes de la tradición ptolemaica y proporcionó a las generaciones futuras los elementos precisos para llevar a cabo una auténtica revolución astronómica como la iniciada por Kepler que con su obra publicada a los veinticinco años de edad, afirmaba públicamente su apoyo al sistema heliocéntrico, iniciando la fama póstuma de Copérnico.

En ella diseña la Gran Arquitectura Celeste del universo, basándose en los modelos platónicos para explicar las distancias relativas de los planetas que aparecen inscritos en poliedros y éstos a su vez en esferas. Pero Kepler comprobó que su teorí­a de los sólidos era falsa y necesitaba una tabla exacta de las observaciones astronómicas, tabla que habí­a calculado y publicado el danés Tycho Brahe, que poseí­a el mejor observatorio astronómico del mundo y que tomó al joven Kepler como ayudante, aunque las relaciones entre ambos fueron tensas, a su muerte le sucedió en su cargo. La importancia de la predicción de los eclipses, llegó a influir en Tycho Brahe, hasta el punto de que habiendo sido testigo de joven, de uno de estos fenómenos celestes, vivió toda su vida atemorizado y a la vez fascinado por el hecho de haberlo predicho.

La primera teorí­a arquitectónica sobre arquitectura astronómica, procedente de la gran obra del filósofo, cientí­fico, matemático y arquitecto español Juan Caramuel de Lobkowitz, al referirse a la astronomí­a dice:

«….. Espantase el Lector con solo el Tí­tulo…..

…….Que tiene que ver el Cielo con la Tierra….. «

«…..cuanto dista el Cielo de la Tierra, dista la Arquitectura; y vendrá a ser poner en manos de Vitruvio un Astrolabio que un pico o azadón en las de Ptolomeo..»

Con esta frase, comienza el artí­culo VI del tratado VII, de Architectura civil, recta y obliqua, Vigevano, 1678. Se trata de una obra especulativa y destinada al lector entendido en los temas objeto de debate; por eso es difí­cil de llevar a la práctica por más que la obra se halle ilustrada con calcografí­as que el autor agrupa en el último tomo y que él mismo diseñó y tardó más de cuarenta años en hacerlas esculpir y grabar. Su origen se encuentra en una obra suya anterior, la Mathesis Architectonica publicada en latí­n que constituye la tercera parte de su Cursus mathematicus (1667-1668), que tradujo al castellano ampliada en 1678.

Este supuesto alejamiento entre las leyes que rigen el Cielo y la Tierra – entre la Astronomí­a y la Arquitectura- es más aparente que real, ya que el fin del arquitecto es dar un uso adecuado y satisfacer las necesidades de cada persona, por consiguiente la construcción de un palacio para un prí­ncipe tendrá unas caracterí­sticas especí­ficas de acuerdo a la persona a la que va dirigida el proyecto y que según afirma el teórico:

«…. también las Tiendas de un Barbero, un Confitero, un Herrero, un Cerraxero,

un Platero, se han de diferenciar entre sí­. »

Por ello los planos de un edificio destinado para uso de observación astronómica deberán reunir unas caracterí­sticas de acorde al fin que se destina, el estudio de los astros. Caramuel incide en este punto de la » utilitas vitruviana «, añadiendo:

«……. Quien dudara de que un Astrónomo, cuya ocupación es observar las Estrellas, ha de tener casa a propósito: con ventanas que miren libremente a los puntos Cardinales del Mundo: en lugar, que no impidan edificios vecinos.

Pues esta casa es la que se ha de edificar…..»

Más adelante define la Arquitectura Astronómica como:

«La Ciencia que ha de dirigir en esta obra al Maestro. Es una Ciencia aparte que se ocupa solamente en fabricar Palacios, en que se puedan observar las Estrellas»

Este tratadista, es poco conocido en el mundo de la historiografí­a arquitectónica, afortunadamente hoy dí­a, se están haciendo eco los crí­ticos de esta ciencia.(1)

Caramuel en su obra enumera las cinco Artes o Ciencias que acompañan y adornan la Arquitectura y entre las que no puede faltar la Astronomí­a, el resto son: La Pintura, Estatuaria, Perspectiva, y la Música; es a la vez un feroz crí­tico que no duda en poner en tela de juicio los diseños de Bernini, gran pintor, escultor y arquitecto del barroco italiano, sobre la columnata de San Pedro, y a la vez despreciar los trazados del observatorio del astrónomo danés Tycho Brahe, que en el año 1520 habí­a construido el castillo Uraniemborg en la isla de Ven. A pesar de todo, este desprecio que manifiesta por dicha edificación, se convierte en justificación de los errores de diseño cometidos, por la inexistencia de tratados arquitectónicos sobre la Arquitectura Astronómica:

» Que hasta su tiempo no habí­a nacido esta Ciencia: o si habí­a nacido, que habí­a estado ociosa sin poner en obra sus Ideas, porque en todas las Ciudades y Villas de Dinamarca, no hallo una casa siquiera que fuese a propósito para observar el cielo»

No le falta razón, cuando afirma que este palacio astronómico, cuya planta y sección pueden verse en la obra del astrónomo danés, debe diferenciarse de cualquier otra Casa o Palacio, con ventanas grandes para poder observar con cualquier instrumento, y continua con la explicación aclarando que el palacio construido como observatorio es Civil y no Astronómico, ya que Tycho Brahe no tuvo conocimiento de lo que Caramuel define como » Architectura Celestial» y que:

» no consiste en hacer Salones con rasgadas Ventanas, como pensó Tycho, sino en formar muros, que cada uno venga a ser un Instrumento Matemático.»

Nuestro autor dibuja los diseños de lo que debe ser un edificio celeste, de tres plantas de altura con un tejado abuhardillado sobre el que se eleva una torre central, que sirve de observatorio, de forma hexagonal, rematada con una cruz, con ventanas en todos sus lados. Entre los puntos de mayor interés, destaco los siguientes elementos de carácter cientí­fico-astronómico. Apuntando la necesidad de conocer estas mediciones para profundizar en el conocimiento de la refracción solar y su verdadero movimiento.

Los capí­tulos que el cientí­fico español Juan Caramuel dedica a la arquitectura astronómica o celeste forman un magní­fico antecedente de un gran interés sobre los criterios de diseño que se han de tener en cuenta a la hora de construir edificios con finalidades de observación astronómica, siendo el primer tratadista en profundizar sobre estos temas.

Serí­a interesante pues que nuevamente los arquitectos retomemos estas concepciones de la «Arquitectura Astronómica», expuestas por este hombre universal que fue Caramuel, y en conjunto con la naturaleza y los astros en su bóveda celeste no sirvan de inspiración para celebrar estos cuatro siglos desde que Galileo Galilei apuntó su telescopio a las estrellas y que recordemos los grandes espacios arquitectónicos que se crearon y orientaron siguiendo el camino astronómico del universo.

NOTAS


(1) Juan de Caramuel, nació en Madrid en 1606 y murió en Vigebano, Lombardia en 1682, de padre luxemburgués y madre flamenca, desde joven destacó en el estudio de las matemáticas; estudió en la universidad de Alcalá, y tomó posteriormente los hábitos ingresando en la orden cisterciense; llegó a ser profesor de teologí­a en dicha universidad, realizando el doctorado en Lovaina, donde entabló amistad con el infante D. Fernando, gobernador de los Paí­ses Bajos. Vivió y escribió toda su obra fuera de España siendo la de mayor profundidad la obra cientí­fica que escribió en Vigebano, siendo obispo. Dicha obra, desarrollada en tres tomos, expone sus principios arquitectónicos, imbuidos de una fuerte base cientí­fico-matemática. Nada escapó a su omní­moda curiosidad, de suerte que por su espí­ritu enciclopédico ha llegado a llamársele el Leibniz español. Fue ante todo un generalista y nunca abordó un tema, cualquiera que este fuese, sin replantearse sus fundamentos teóricos desde todas las perspectivas posibles como un tí­pico homo universalis: Caramuel se interesa y escribe sobre la lengua, la literatura en general y el teatro y la poesí­a en particular, la pedagogí­a, la criptografí­a, la filosofí­a y la teologí­a, la historia y la polí­tica de su tiempo, la música, la pintura, la escultura, la arquitectura, las matemáticas, la fí­sica, la astronomí­a, etc.

FUENTES


CARAMUEL Juan, Architectura Civil Recta y Obliqua, considerada y dibuxada en el Templo de Jerusalén. Vegeven 1678

BRAHE Tichonis, Astronomiae instarautae Mecánica.Noribergae l602

ESTEVE SECALL, Carlos E APROXIMACION A LAS PRIMERAS TEORIAS PROYECTUALES SOBRE ARQUITECTURA ASTRONí“MICA. Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Dpto. de Expresión Gráfica Arquitectónica Universidad de Granada, España

www.unav.es/…/MEg/parcerisa/im/parc-013.jpg