No son cosas de viejo terco hablar que la moral y las obligaciones del ser humano las que antes fueron tema fundamental en hogares y colegios, aún hoy es cosa de todos los días, aunque tengamos la impresión que de un tiempo a esta parte tanto padres de familia, maestros y todo aquel forjador de voluntades haya dejado de lado la mejor y más correcta formación ética. De ahí que en tiempos «modernos», políticos, funcionarios, empresarios y a tantos más, muy poco les importa el fiel cumplimiento de la ley, el tino o el tacto, sino hasta la compostura o las apariencias.
Es por ello que nos asombra enterarnos que 96 diputados hayan elegido para ocupar el cargo de Director del Instituto de la Defensa Pública Penal a una persona que tenía en su haber decenas de denuncias por nepotismo, intimidaciones, violación de derechos laborales, falta de transparencia en el manejo del presupuesto y hasta acoso sexual en el desempeño de cargos anteriores y si esto fuera poco, muchas de ellas planteadas ante el Ministerio Público el que, como cosa muy natural, no ha meneado un dedo para darles el seguimiento respectivo. No es raro entonces que mucha gente tire por la borda los principios éticos. Todo un presidente del Organismo Judicial es capaz de llevarse, en un viaje oficial, a su joven secretaria para que lo ayude a ubicar la puerta de abordaje al avión, lo inscriba en el hotel y hasta le cuide la llave del cuarto para evitar su extravío, sin que a nadie se le ocurra cortar de tajo cosas como estas.
Así, tranquilamente, vemos cómo un alcalde sin escrúpulos pone a trabajar a familiares, sin importar si son aptos para desempeñar las funciones que le encomiende, mucho menos el monto elevado de sus remuneraciones. Rayando en lo increíble, las cosas andan tan mal en nuestro país, que gente que dice tener valores y principios bien sustentados, no se inmutan porque haya gente que por unos cuantos centavos, se pongan a respaldar frenéticamente a un ex funcionario, quien por su mal manejo de fondos públicos es llevado a enfrentar la justicia. ¿Entonces, qué tiene de amoral que una empresa constructora perciba más de Q 132 millones para la reparación de carreteras que a apenas seis meses más tarde están deterioradas?, ¿qué tiene de malo que gente de altos copetes y hasta el mismo primer mandatario de la nación pisotee las leyes del país, so pretexto de garantizar la privacidad de los beneficiarios en programas que cuestan un ojo de la cara a los contribuyentes?, ¿es que no se dan cuenta que esto y tantas cosas que suceden a diario trae sus consecuencias? ¡Por Dios! ¿Cuándo será el día que sustituyamos la sangre de horchata para mandar al carajo a tanto sinvergí¼enza que sigue haciendo micos y pericos con el dinero que no es suyo?