«Tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo»
Antoine de Saint-Exupéry.
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Hemos conversado con anterioridad acerca del tema de la soledad y el aislamiento como situaciones que pueden ir en contra de nuestra salud emocional; la amistad, por lo contrario, nos ayuda a apreciarnos de mejor manera, a encontrar confianza con nosotros mismos y a un adecuado sentido de la vida. Lo que es más, nos ayuda en aquellos momentos cuando algunas circunstancias nos hacen tambalear.
El diccionario de la Real Academia define a la amistad como: «Afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece con el trato». La amistad radica en el establecimiento de relaciones entre otras personas, la cual nos permite sentir solidaridad, aprecio y confianza. Un amigo se preocupa por el bienestar del otro; procura dar consejos, aunque casi nunca los sigamos; nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos, reflejando en su rostro y palabras la clase de personas que somos.
Los amigos pueden ser un vehículo para recobrar la esperanza cuando nos sentimos lejos de ella. Si existe tormento o alegría en nuestras vidas igual desean acompañarnos. El contacto entre nuestras amistades es de carácter honesto, diáfano; ni ellas ni nosotros mismos podemos presentarnos de una forma distinta a la propia esencia como humanos. Nuestros defectos, nuestras cualidades no son aceptadas por ellas; podemos tener problemas, desacuerdos, sin embargo, estos sólo contribuyen a buscar una respuesta para resolverlos, porque lo más importante es que nos consideramos amigos debido a que ésta ha sido una elección propia.
No es posible disfrutar de la vida sin compartir, sin intercambiar nuestros sentimientos con los demás, ya que lo valioso de la amistad se encuentra precisamente en la celebración de la existencia de otro ser y de nosotros mismos contando con la oportunidad de participar a otras personas nuestros afectos, nuestras ilusiones, nuestro cariño y solidarizarnos con el dolor que puedan estar vivenciando las personas a quienes queremos mucho.
En la amistad existe una relación recíproca, una relación horizontal en la cual nosotros somos tan importantes como lo son nuestros amigos, en donde nos respetamos, cuidamos, conocemos de manera profunda, nos alegramos por su felicidad y logros. Nuestras conversaciones pueden llegar a ser interminables, imaginamos el mundo como lo deseamos, filosofando de la vida resolvemos problemas y la conflictiva del mundo. El cariño, el apego, la ternura, simpatía, camaradería, compañerismo, hermandad crecen conforme al trato. Y estos elementos son cultivados cuando nos esforzamos porque continúan siendo parte de nuestra realidad.
El adolecer de amistades puede ser culpa de nuestra propia timidez, del miedo al rechazo, a nuestro egoísmo y narcisismo. A veces por nuestras enseñanzas de pequeños al respecto de no confiar. También puede deberse a nuestra propia autoestima ya que si nos consideramos inferiores pensamos que los demás no pueden observar cualidades que les permitan desear y encontrar agradables al estar junto a nosotros mismos.
Para compartir con otras personas hemos de ceder un tanto de nuestro ser, acompañándonos de manera desinteresada, siendo tolerantes, flexibles, indulgentes y confiados. Concluyendo, la amistad es necesaria en nuestras vidas, tanto como el alimento o el abrigo y tenemos que obsequiarnos esta posibilidad de dar alegría a nuestro mundo. Nos da más estabilidad emocional, el saber que hay alguien con quien podemos compartir nuestros más íntimos pensamientos.