La adopción como negocio


Para quienes hasta la religión es un negocio lucrativo, es obvio que escriban diciendo que ojalá muchas cosas buenas produzcan beneficios siempre dentro de la justicia y la legalidad, como hoy lo hace el señor José Camacho en una columna en la que no aborda los temas que a Guatemala interesan sobre el negocio que se hace traficando con niños, algunos de ellos robados, sino que con el dogmatismo propio de su secta trata de llevar el tema a las cuestiones relacionadas con la adopción que hagan parejas homosexuales. Ese no es el tema de lo que se discute en Guatemala, afortunadamente, pero defender la adopción como negocio y no como una institución con fines distintos a la generación de lucro es aberrante.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Es alarmante ver que en los últimos dí­as, como resultado de la posibilidad de que a finales de año debamos tener una adecuada legislación sobre adopciones enmarcada en el contexto de tratados internacionales, se esté produciendo mayor número de robo de niños porque es sabido que al menos alguna parte de las adopciones que se dan en el paí­s tienen como materia prima, para decirlo en los términos mercantiles que parecen correctos a Camacho, niños sustraí­dos mediante engaño o mediante descarado robo a sus padres.

Quienes hemos reclamado la necesidad de una ley de adopciones que otorgue a las autoridades del Estado mayor responsabilidad y control sobre el régimen de las adopciones lo hacemos porque estamos convencidos de que desafortunadamente el que algo sea lucrativo no lo convierte en positivo, como parece pensar este señor. Hay cuestiones que no pueden medirse por la utilidad que rinden o producen sino por otro tipo de consecuencias y entre ellas están las adopciones que tienen la doble finalidad de proveer de una familia a niños desamparados y de permitir a familias que no pueden tener hijos la bendición de compartir su amor y cariño.

He visto la forma en que muchas familias norteamericanas tratan y quieren a niños adoptados en Guatemala y me siento siempre feliz cuando veo la manera en que crecen y se forman esas criaturas en hogares pletóricos de amor que les ofrecen oportunidades que posiblemente nunca hubieran tenido en nuestro medio. Pero eso no justifica de ninguna manera que esas familias hayan tenido que comprar, literalmente, a los niños en sumas elevadí­simas, por mucho que quienes lucraron con la operación puedan decir que el fin justifica los medios.

Creo yo que Camacho en medio de su trabazón sobre el tema de los homosexuales debió abordar la cuestión de las adopciones que en otros paí­ses realizan parejas de ese tipo desde una perspectiva diferente que no significara defensa del negocio que se hace con esa noble institución. Por supuesto que la adopción pierde sus principios y se desprestigia cuando se vuelve negocio aunque para algunos el dinero no tenga ese efecto corruptor porque entienden que sólo lo público y lo estatal está podrido y niegan que entre los particulares haya la misma podredumbre. Pobre gente que no entiende que cuando hay pisto de por medio, igual un Estado que un particular hará micos y pericos para entregar en adopción a un niño a cualquier pareja, no importa si son homosexuales o inmorales, porque cuenta el poderoso caballero que es don dinero.