Los medios de comunicación y las redes sociales informaron ayer sobre la manifestación de Heidy Véliz, una guatemalteca que, cansada del denso tránsito vehicular, decidió protestar individualmente bloqueando con su vehículo el carril auxiliar que conduce de Ciudad Real hacia la Avenida Petapa porque, según ella, esa vía alterna complica su desplazamiento por las mañanas.
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Según informaciones difundidas por los medios de comunicación, doña Heidy dijo que la instauración de ese carril reversible fue la causa por la que aumentó el congestionamiento vial en su ruta diaria y eso provocó que llegara tarde a su trabajo el miércoles último.
Al margen de las críticas y los aplausos que se llevó la inusual protesta individual de una ciudadana, creo que se puede hacer una lectura profunda de la actitud de inconformismo que se observó y que expresada en otros ámbitos, sociales o políticos, podría llegar a marcar un cambio profundo en la sociedad guatemalteca.
No estoy de acuerdo con que se obstaculice el tránsito y mucho menos con que se proteste contra medidas o disposiciones que favorecen a las mayorías, y por eso creo que en este caso paradigmático es importante hacer un análisis con alcances que rebasen las motivaciones y las consecuencias inmediatas de la acción de doña Heidy, y se observe ante todo una actitud de rechazo ciudadano a la imposición y a lo que se considera una injusticia o ilegalidad.
Creo que como sociedad deberíamos asumir una actitud similar a la que vimos ayer, pero en casos de alto impacto y trascendencia social. Por ejemplo, ya deberíamos animarnos a detener los contratos anómalos y lesivos para el Estado firmados por nuestras propias autoridades, bloquear toda posibilidad para que se reelijan los políticos que demuestran más compromiso con el sector privado que con el pueblo o interferir en la cosa pública para evitar más corrupción en las instituciones estatales.
Tenemos que protestar, dejar el inmovilismo y el conformismo, pero enfocar nuestros esfuerzos en los verdaderos problemas del país, que necesitan inmediatas soluciones de fondo. Necesitamos una actitud “Heidy Véliz” con un enfoque integral y profundo. En otras palabras, necesitamos dejar nuestra relativa comodidad y actuar si queremos que las cosas cambien en Guatemala.
El reto no es fácil, pues como también se observó ayer y como ocurre con frecuencia, las protestas son criticadas, ridiculizadas y a veces criminalizadas desde distintos ámbitos sociales. En el caso de la mujer que ayer aparcó el auto en medio de la vía, los comentarios violentos y denigrantes no se hicieron esperar, de la misma manera que no faltaron insultos y amenazas contra los sindicalistas que también bloquearon rutas para demandar el cese a la persecución y asesinato de líderes de organizaciones de trabajadores, o como ocurre frecuentemente con las severas críticas a las manifestaciones de organizaciones campesinas o estudiantiles.
Esto sucede porque en los países con poblaciones mayoritariamente dóciles, alienadas, sin conciencia de clase e indiferentes, como en el caso de Guatemala, quien se atreve a manifestar su inconformidad y criticar lo que no le parece del sistema es susceptible de ser blanco de críticas por parte de esa gente que vive adormitada y cómoda en el status quo. Por eso, protestar es un reto doblemente complicado en el país.
Si queremos cambiar Guatemala, en ocasiones será necesario alzar la voz y en otras será imprescindible tomar medidas de hecho, pero nunca será tolerable quedarnos de brazos cruzados ante la violencia, la impunidad o la pobreza.
Ayer, una ciudadana demostró que no acepta una disposición vial que considera injusta. ¿Cuándo demostraremos como sociedad que no aceptaremos las injusticias en nuestro país?